La Flor de Agua, de Germán Montoya y Mario Gigerl, ofrece en la pequeña aldea del entorno de Trubia visitas a una rosaleda que parece de cuento, y sorprendentes productos elaborados con la flor, desde mermeladas a sirope o ketchup
Beatriz Álvarez / Trubia
La viva mirada y la amplia sonrisa de Germán Montoya son la mejor carta de presentación de La Flor de Agua, un proyecto de emprendimiento rural que desarrolla junto al austriaco Mario Gigerl en Camales (Trubia) y que combina tradición e innovación. Ambos trabajaban en Granada buscando formas para mejorar las rosas. “Se trata de conseguir nuevas variedades de rosas que tengan éxito comercial, combinándolas genéticamente de manera que una rosa sana contagie su salud a la que siendo más débil presenta un olor más potente o un color más bonito. Así la rosa que nace tiene lo mejor de cada una”. Ahora hacen lo mismo que hacían, pero desde aquí. Las empresa Pheno Geno Roses de Serbia y la danesa Poulsen Roser A/S reciben las muestras de su trabajo y desde este rincón de Asturias salen rosas que llegan a todas partes del mundo.
Germán habla con el apasionamiento de quien ama su trabajo, el campo, la tierra, las rosas. Los caminos rurales de la pequeña aldea de Camales conducen en lo fondero del pueblo a una rosaleda que parece sacada de un cuento. Con más de 30.000 plantas y unas 300 especies diferentes de rosas, “millones de rosas que florecen a lo largo del año”, nos dice Germán que es natural de Almería y que vino de visita a Asturias para descubrir en medio de un bosque el lugar ideal para vivir y para desarrollar su proyecto. Las rosas se cultivan en las antiguas tierras de labor de la aldea y, creciendo junto a ellas, 80 variedades de clemátides son un nuevo atractivo de la zona. Hay rosas de corte y de jardinería, pero también rosas comestibles y de aromaterapia. En esta última línea de negocio trabajan actualmente con más intensidad. Y es que las propiedades de las rosas son tan interesantes como desconocidas, la gran cantidad de antioxidantes y vitamina C que contienen las convierte en potenciales elementos a incorporar a nuestra dieta. Con el fruto de la rosa, el escaramujo, realizan un kétchup diferente, pero también sirope, chutney, mermeladas de variados sabores y su propia miel de rosas. Son el ejemplo de que en el medio rural se puede emprender haciendo cosas atractivas que te permitan vivir de la tierra. Su trayectoria profesional unida al paisajismo y a la horticultura les ha permitido poner en marcha un sueño, un sueño que sigue creciendo. Enamorados de la zona que les permite que sus rosas crezcan sin necesidad de riego (“las rosas toman el agua del suelo como los frutales”) ni pesticidas, aunque preocupados por los hongos, Germán reconoce que venir a Asturias le ha obligado a volver a aprender a cultivar, “aquí los tiempos son distintos y lo que allí hacía en una época aquí es más tarde o más temprano”. Pronto hará diez años que se establecieron en Asturias. Cada día celebran una fiesta, inauguran o reinauguran su rosaleda con cada visitante que se acerca. Este Día de la Madre lo han vuelto a hacer “tenemos preparada una pequeña recepción, aprovechando que es el Día de la Madre, cada madre que venga tendrá un detalle”. Visitas guiadas, degustación de sus productos, pero también integración en la vida de la comarca, mantienen relación con el Sabil de Santo Adriano y forman parte de la asociación L’Abellugu, desarrollar una página web para dar a conocer comercializar su trabajo por internet, abrir un alojamiento rural donde poder realizar talleres e incluso su propio obrador son algunas de las muchas ideas que tienen estos vecinos de Camales que han venido a despertar los sentidos de los residentes y de todo aquel que se acerque a visitarles, unos recorridos guiados que hacen los fines de semana, de 16,00 a 18,00 horas.
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