Un grito desde La Farrapona, ¿dónde está la prioridad?

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Neila Moreno

Carta a la directora

Desde el alto de la La Farrapona, situado en una cabecera de valle llena de vida, donde la actividad humana se entrelaza con lo salvaje alcanzando un equilibrio perfecto que demuestra la posible convivencia entre el ser humano y el mundo salvaje, me veo envuelta en una controversia que me toca el alma. Aquí, en La Farrapona, donde los ritmos naturales danzan con el paso del tiempo y el aire fresco me llena de vida, la lucha por la conservación choca con el ansia de turismo masivo.

La construcción del mirador ha desatado una tempestad de preocupaciones que no puedo ignorar. Las palabras del director de custodia del territorio, minimizando cualquier posible impacto me dejan con un nudo en el estómago. ¿Cómo pueden afirmar que las obras, comenzadas en pleno periodo de reproducción de muchas especies, no perturban la vida salvaje, cuando los que frecuentamos el lugar hemos sido testigos del silencio sepulcral que dejaron el inicio de las mismas?

Durante ese tiempo, el alma de La Farrapona parecía adormecida, como si el latido de la tierra se detuviera ante el avance de la promulgada ”sostenibilidad» el nuevo mantra de nuestro presente bajo el que todo vale, aún tratándose de un espacio protegido..

Ahora, que las obras han sido detenidas momentáneamente, la vida regresa tímidamente, como si temiera ser interrumpida de nuevo. ¿Es este el equilibrio que buscamos?

Las palabras del alcalde, minimizando el debate y restándole importancia a las preocupaciones de quienes habitamos este lugar, resuenan con una sordera preocupante. ¿Acaso hemos olvidado la historia de lucha y supervivencia del oso pardo? ¿Ignoramos el delicado equilibrio que sustenta la vida en estos parajes?

La recuperación del oso pardo es un símbolo de la conservación en Asturias, un testimonio de esperanza, sí, pero no puede ser reducida a una mera atracción turística. Es un símbolo de la necesidad de proteger nuestro entorno natural, de preservar la diversidad de especies que lo habitan. No podemos permitir que la vorágine del turismo masivo destruya lo que tanto esfuerzo ha costado conservar. Es pura hipocresía defender la conservación del oso pardo y llevar a cabo una obra de esta envergadura en un lugar donde, a escasos 900 metros el año pasado, una osa tuvo sus crías. Es momento de despertar y reconocer que defender la conservación va más allá de palabras vacías; requiere acciones concretas y comprometidas.

Las palabras de Espacios Naturales, representadas por el director general de custodia del territorio, David Villar, nos dejan en shock . Si bien señalan que las obras no se ubican sobre áreas críticas para el oso pardo, basándose en informes de 2003, es crucial reconocer que la situación actual ha cambiado drásticamente y que estos informes no son válidos para fundamentar decisiones actuales. Además, la afirmación de que hay una vigilancia constante en la zona plantea dudas, ya que testimonios locales contradicen esta afirmación, sugiriendo que la protección de la fauna frente a las obras en curso puede no ser tan efectiva como se afirma en la respuesta que se dio desde Custodia del Territorio e Interior.

Este no es solo un debate sobre el mirador proyectado en La Farrapona; es una reflexión sobre el rumbo que queremos tomar como sociedad. ¿Priorizaremos el lucro a corto plazo, mal gestionado, sobre la preservación a largo plazo?

Nos enfrentamos a una encrucijada crucial en la historia de Asturias y sus espacios naturales. ¿Qué modelo de desarrollo queremos apoyar? ¿Qué legado dejaremos a las generaciones futuras? No podemos permitir que la codicia y la negligencia destruyan todo. Es hora de elevar la voz en defensa de todos los rincones de naturaleza que merecen ser preservados, no como simples atracciones turísticas, sino como sagrados santuarios de vida.

Es hora de tomar decisiones reales que definan nuestro compromiso con la naturaleza y con las generaciones venideras.

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