Cosas de necios

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Plácido Rodríguez

Pese a que una conocida frase proverbial nos dice que “las comparaciones son odiosas” y, supuestamente, nos invita a dejar de contraponer personas entre sí para evitar que alguna se sienta menospreciada, no parece que hagamos mucho caso a esta, por decirlo de alguna forma… reflexión.

Más bien todo lo contrario, lo que sí parece es que continuamente realizamos comparaciones, muchas veces al objeto de menospreciar aquello que nos hace competencia, nos molesta o desagrada.

Es como si me diese por comparar en este artículo el comportamiento de un ministro que insulta a un presidente con el comportamiento de ese presidente que a su vez insulta a otro presidente, probablemente los partidarios de uno y de otro mostrarían su desacuerdo.

Prefiero evitar la comparación y decir, por un lado, que el ministro Puente no debería insultar al presidente de Argentina desde el cargo que ocupa y, por otro lado, que el presidente Milei no debería insultar a Pedro Sánchez, también desde el cargo que ocupa. Es por eso que me atrevo a concluir, sin hacer ninguna comparación entre ambos, que ninguno de los dos deberían estar en el cargo.

Pero todos sabemos que lo más probable es que ambos van a continuar aferrados a sus respectivos tronos de poder dentro de los gobiernos de España y Argentina, sin que españoles ni argentinos tengamos casi nada que hacer al respecto, salvo esperar con resignación la llegada de unas nuevas elecciones tras las que, no se puede perder la esperanza, los personajes públicos elegidos democráticamente sepan comportarse con la corrección institucional que se les presupone.

Así que tirando de otra frase proverbial menos conocida, “olvida el necio que la esencia de una efectiva comunicación consiste en decir lo que no se debe callar; pero callar lo que no se debe decir”, pues voy a intentar cumplir al menos con la primera parte del predicado.

En España suele aparecer la figura del can agresivo tutelado que, con la connivencia de su jefe, y muchas veces siguiendo sus instrucciones, hace uso del improperio y ataca con la lengua envenenada a quienes muestran oposición o desacuerdo con el gobierno que representan. Véanse algunos ejemplos del engañoso tándem moderación-vehemencia como fueron Felipe-Guerra o Aznar-Álvarez Cascos que en la actualidad representan Pedro Sánchez-Oscar Puente. En contraposición a este tipo de simbiosis ibérica entre presidente y adlátere mordaz tenemos en Argentina una reformulación del apéndice agresivo, de manera que una misma persona se comporta como jefe y bufón de sí mismo.

En efecto, a Javier Milei le encanta la interpretación histriónica en general, y en particular profesa con devoción narcisista cualquier actuación dramática en la que se incluya su propia persona, poniendo en escena y en el mismo cuerpo al actor y al personaje que representa, siguiendo otra vieja máxima latina, “aut viam inveniam aut faciam,” atribuida al general cartaginés, Anibal, supuestamente en respuesta a sus subordinados cuando le dijeron que no podría atravesar los Alpes con sus elefantes.

Pues bien, parece que Milei quiere retomar el espíritu cartaginés y doblegar a las tribus ibéricas, utilizando de aliados a los herederos de aquella España, “Una, Grande y Libre”, que pregonara durante 40 años de sanguinaria dictadura otro conocido generalísimo gallego.

El caso es que ahora me entra la duda de haber dicho lo que se debe decir o de no callar lo que no se debe decir. ¿A ver si ahora resulta que el necio voy a ser yo?.

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