
Salas
Tres cosas tiene Cangas, que no las tiene Madrid… Con esta popular rima pésica comienzo mi humilde escrito en reconocimiento a esta tierra y sus gentes. Al terminar mis estudios en la Universidad de Oviedo, medio en broma, medio en serio, comenzó mi etapa laboral; aunque ya había comenzado antes en el negocio familiar, esta sería la primera experiencia puertas afuera de la ferretería y mueblería. Entre Cangas y Allande, pasé más de un año trabajando codo con codo con compañeros maravillosos, conociendo a los pobladores de estos lares, su verdadero tesoro.
A menudo, en otros territorios de Asturias, nos asombramos de la capacidad de promoción y difusión del patrimonio autóctono que tienen los cangueses. Esta habilidad, digna de alabanza, muestra el arraigo y amor por su tierra de sus habitantes y también el don de despertar ese sentimiento de pertenencia a los que, como yo, por un motivo u otro, formamos parte de esa sociedad en un momento dado. Las comunicaciones son difíciles y la lejanía al centro de la región hace que no sea el típico sitio de paso. Eso no es impedimento. Para el buen pescador no hay río malo. Los cangueses saben desarrollar alrededor de sus productos una cultura universal. Tenemos muchos ejemplos: el vino, la miel, las carnes, sus montañas y ríos, fiestas y tradiciones… Abundan también los jóvenes formados que deciden quedarse, emprender y defender el patrimonio de una tierra que despierta el cariño de todo el que cruza Corias camino de la capital. Posiblemente este sea el baluarte principal de la sociedad canguesa, un relevo con iniciativa y conocimiento.
Hace poco, en una comida con amigos, el anfitrión, David Álvarez, me comentó la inminente puesta en marcha de las obras de su nuevo hotel de la Calle Uría, un proyecto estratégico debido a la alta demanda de hospedaje. Estoy seguro de que, además de cubrir una necesidad, será un reclamo para todos los que nos guste pasar unos días en esta maravillosa villa.
No puedo finalizar sin reconocer también lo pionero de sus ideas, como la adaptación de la oferta gastronómica de la mayoría de sus negocios de restauración a las personas alérgicas e intolerantes al gluten. Adriana, mi compañera de vida, es celíaca, y está impactada con la capacidad de la hostelería local para llevar a cabo esta idea con tanta profesionalidad, sin perder el sabor y la calidad de sus productos típicos. En definitiva, Cangas y los cangueses, paisaje y paisanaje, forman un ejemplo de sociedad para todos, un tándem capaz de salvar cualquier obstáculo. Recibid la sincera enhorabuena de este salense, que aunque en otro concejo, bebemos agua del mismo río.
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