Publicado el: 15 Jun 2023

Raseros

Juan Carlos Avilés

[¡Pues vaya plan!]

Empiezo a estar hasta el gorro del vendaval mediático que ha despertado el chungo episodio del futbolista Vinicius. Sin lugar a duda, insultar a alguien por el color de su piel no solo no es de recibo, sino que exigiría un correctivo suficiente para evitar el efecto llamada y que los estadios se pueblen de energúmenos aún más de lo que están, salvando las distancias. Porque ya se sabe que las masas enfebrecidas por las pasiones sacan del individuo lo peor que lleva dentro. Al parecer, el brasileño, con todo el derecho, increpó al público (en este caso nada respetable) porque la dignidad no se puede poner en entredicho por mucha pasta que te eches al bolsillo, que se la echa.

Pero lo que me enerva es que el suceso abra telediarios y periódicos mientras cientos de migrantes, tan oscuritos como el balompedista, mueren a diario hacinados en una patera tratando de encontrar su lugar en el mundo mientras ese mundo mira para otro lado. ¿Sería igual si fueran blanquitos y de ojos azules? ¿Se les trataría lo mismo si navegaran en sus yates rumbo a los paraísos fiscales? ¿Pagarían sus delitos y desfachateces de igual forma que el paria que roba en una gasolinera? Por supuesto, las varas de medir no alcanzan a todos por igual. La justicia, la equidad y los estados de derecho cambian de rumbo en función del ‘tanto tienes, tanto vales’. Claro que existe la lacra del racismo, pero no alcanza solo a los que tienen la piel diferente, aunque estos lo llevan grabado en el ADN mientras no se demuestre lo contrario, y eso suele pasar por la cuenta corriente. Hay racismo de estatus, de oportunidades, de que no hayas nacido ya condenado de por vida. Hay hijos de mala madre con escasas posibilidades de asomar mínimamente la cabeza, pero en el fondo nos la pela. Lo importante es que nuestro equipo no baje a segunda. ¡Ay, señor! Por mucho que intentemos esconderlo, la verdad es que se nos ve impúdicamente el rasero.

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