Publicado el: 11 Oct 2023

La torre de Babel, faltaba el pinganillo

 

Plácido Rodríguez

«Se vive otra vida por cada idioma que se habla. Si sólo sabes un idioma, sólo vives una vez», refrán checo, o eso creo. Resulta por lo menos chocante que quienes se postulan con más vehemencia contra el plurilingüismo que cohabita España, por otro lado se abracen con pasión exacerbada a los dogmas derivados de los textos bíblicos y del Nacionalcatolicismo, doctrina en la que se sustentó el régimen franquista a la hora de presentar a España como la nación escogida por Dios para desarrollar sus designios en este mundo. Recientemente hubo algunos diputados que abandonaron la sede de la soberanía nacional por el uso de lenguas cooficiales traducidas simultáneamente a través de un pinganillo. Este conmovedor éxodo parlamentario hace que me cuestione un par de cosas. ¿Se lo van a descontar del sueldo por ausentarse del trabajo? ¿Habrán leído con detenimiento algunos pasajes del Génesis que nos retrotraen al inicio de la humanidad después de que el diluvio universal anegase todo cuanto era susceptible de ser pisoteado por hombres y animales? Bendijo Dios a Noé y a sus hijos, y les dijo: Fructificad y multiplicaos, y llenad la tierra. (Gn 9,1) Y eso hicieron, hasta que llegaron a una llanura en la que, a ojos de Dios, se pusieron un tanto majaderos. Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras. (Gn 11,1) Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo. (Gn 11, 4) Y ésto, al parecer, mosqueó mucho a Dios, quien interpretó que aquellos descendientes de Noé pretendían llegar de forma presuntuosa y desvergonzado atrevimiento hasta su inexpugnable morada. Así que optó por descender a la tierra para aplicarles un correctivo que aplacase tan irreverente conducta. Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero. (Gn 11,7) No está claro con quién bajó a embrollar la comunicación entre aquellos albañiles irreverentes y vanidosos. Lo que sí parece que consiguió, con la ayuda de ángeles, serafines o cualquier otro ente sobrenatural que formase parte del séquito divino, fue que abandonasen las obras y dejasen de edificar la ciudad. Por ésto fue llamado el nombre de ella Babel, porque allí confundió Jehová el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los esparció sobre la faz de toda la tierra. (Gn 11, 9) Pues bien, si el plurilingüismo fue obra del sumo creador, ¿cómo es que sus actuales paladines políticos reniegan de aquellos ancestrales designios? ¿Será que como la tierra ya está habitada en exceso y el mandato repoblador original también está suficientemente cumplido, pretenden construir de nuevo una torre española que llegue al cielo? ¿No constituirá ese afán unificador de la lengua una nueva ofensa ante Dios? En fin, cuántas preguntas… Se me ocurre una última. ¿Qué hubiera hecho Dios si aquellos primitivos descendientes de Noé dispusiesen en Babel de pinganillo traductor? Como creo que no voy a obtener respuestas, me quedo con una afirmación, en este caso de Fellini: «un idioma diferente es una visión diferente de la vida». Por eso pienso que el Parlamento debe nutrirse de visiones diferentes, y en base a ellas tratar de llegar a acuerdos, por mucho que a algunos les moleste un pinganillo en la oreja.

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