Teverganos que sobreviven en Cuba

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Por José María RUILÓPEZ, escritor
Guadalupe Miranda, hija de un vecino de Prado que montó un negocio en La Habana cuando la Revolución, quiere regresar a España

Guadalupe junto a su esposo William González
Guadalupe junto a su esposo William González

Guadalupe Miranda Álvarez es hija de José Antonio Miranda Álvarez, de Teverga, Asturias, y de Reina Dora Álvarez. Tiene dos hijos ya mayores: Walter y Wilmer. “Ahora se puede marchar a Ecuador, a Panamá. Porque aquí se pasa mucho trabajo”.  Asegura,  aún sabiendo que hay varios miles de cubanos varados en esos países, que no pueden ni quedarse allá ni  volver porque lo han vendido todo para salir  de Cuba. “Tengo que pagar 3 dólares a una persona por enviar un correo a España.  Trabajé con una señora que me pagaba 30 dólares al mes, pero se rompió una cadera y ya no me llamó. Luego trabajé un año en una funeraria vistiendo muertos por 4 dólares al mes.  Pero me cayó el pelo del estrés de estar viendo cadáveres todos los días”.

Su padre, José Miranda, de Prado, Teverga, tenía un negocio en La Habana cuando llegó la revolución el uno de enero de 1959. El inicio de las expropiaciones  llevadas a cabo por los “barbudos”, como llamaban a los compañeros de Fidel Castro por su aspecto desaliñado y fiero, fue el momento en que José vino a España dispuesto a pasar un año de turismo de hotel en hotel, gastando los ahorros que tenía después de muchos años de trabajo. Familiares que lo trataron hablan de verlo sacar bolsas llenas de oro.  Hasta que pasado ese tiempo regresó a Cuba y tuvo que aceptar el trabajo que la revolución le ofreció.

Guadalupe Miranda se lamenta: “La vida aquí se me hace muy difícil. Hace unos días mi esposo tuvo que vender un pantaloncito que le quedaba para poder comprar arroz y frijoles. Por eso nosotros nos queremos ir del país. Ahora pagas una visa que son 30 dólares y tienes que tener una solvencia económica de 3.000 dólares para marchar”.

Pero, para salir del país, Guadalupe Miranda con su marido, William González, que es custodio por 20 dólares al mes, también necesita el permiso del consulado, porque Guadalupe es ciudadana española. Y tiene que sufrir una entrevista de una abogada consular para llevar a cabo la boda civil y evitar matrimonios de conveniencia. “Pero el consulado nos dio para atrás porque a la pregunta  de quién hace el café en casa no supimos responder porque nosotros no tenemos café”.

Ahora están esperando recibir ayuda de la familia de España a ver si consiguen su sueño.

 

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