Publicado el: 30 Abr 2022

Camilo Álvarez, de ‘Casa Camilo’: «Echo de menos a la gente»

El veterano comerciante rememora la Proaza del esplendor, «llena de tiendas, bares, ferias y un mercado bien surtido, no hacía falta ir a la ciudad a nada»

Camilo Álvarez

F. Romero/Proaza

Camilo Félix Álvarez Rivera ‘Casa Camilo’ (Proaza, 1937) guarda en su recuerdo una Proaza muy distinta a la que conocemos hoy, donde apenas pasaban coches y las calles de la villa estaban animadas por numerosos cafés y tiendas de todo tipo. Era la Asturias rural de los 50 y los 60 (s. XX), la última etapa antes del vaciamiento de los pueblos.

-¿Ha cambiado Proaza en los últimos 50 años?

– Claro. Ahora somos cuatro pelaos. No hay gente. Falta trabajo. La juventud se va fuera a trabajar y quedamos cuatro viejos.

-¿La Proaza del pasado era ganadera o comercial?

– Sobre todo había muchos bares y muchos comercios. Toda la gente de los pueblos bajaba y había mucho ambiente. En la década de los cincuenta había casi una feria ganadera al mes, de caballería y de vacas, en enero, en febrero (Las Candelas), dos en Pascua, San Simón, El Cristo…

– Entonces un paro del transporte como el del mes pasado no afectaría tanto al suministro de víveres…

– No. Había de todo. Se compraba y vendía de todo, hasta avellanas que se recogían. Eso se acabó. No hacía falta ir a las ciudades. Apenas se ‘viajaba’.

– ¿Dónde llevaban las vacas a pastar?

– A Cuallagar, Linares, Sograndio, Banduxu, Traspeña, Villamexín, Serandi… No era como ahora. La ganadería estaba más repartida por familias. A lo mejor tenía cada familia 4 vacas, pero en total si las juntabas todas eran muchas. Eran vacas corrientes, se tenían para carne y para nata, se la vendíamos a Mantequerías Arias.

– ¿A qué se dedicaban en su casa?

– Éramos muchos. Teníamos el Café de Lucas y el estanco ya desde antes de la guerra. Había muchos cafés, el de Mercedes, el de Braulio… iban los paisanos a echar la partida y los lunes, con el mercado, muchas casas se abrían al público y se ofrecían bebidas y café. Además había tres llagares pequeños. En Proaza se producía sidra, la mayoría para consumo local aunque fue decayendo. La última fue la de Benjamín.

-¿La construcción de la central eléctrica en los años 60 impulsó mucho la actividad económica?

– Por supuesto. Llegaron muchísimos obreros. Ganaban buenos sueldos, por eso después de eso los jóvenes se acostumbraron y marcharon en desbandada a las ciudades para tener sueldos similares. Fueron unos cuantos años y se construyeron barracones para los trabajadores en Proaza, Quirós y Las Agüeras. Consumían y dejaban mucho dinero.

– Por entonces tenían de todo, hasta cine y casino…

– Sí, el cine estaba en donde está la caja de ahorros. En el casino, arriba en la terraza, había salón de baile. También tuvimos equipo de fútbol.

– ¿Cómo se vivió la posguerra en Proaza?

– Se pasaron muchas necesidades. En algunas casas muy mal, no había trabajo y había muchas bocas que alimentar. Luego muchos fueron a trabajar a la fábrica de armas, había un transporte especial y bajaba la gente de los pueblos con el paquete de su comida.

– ¿Cómo ve el futuro del pueblo?

– Va para abajo. Aquí y en los pueblos. En Sograndio, por ejemplo, había muchos vecinos y hoy quedan cuatro viejos y la mitad de las casas cerradas. La Senda del Oso ayuda algo a la hostelería, pero no es suficiente. La solución sería una industria ¿pero quién se atreve?

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