Publicado el: 21 Feb 2019

Javier Álvarez: “Hubo días en que al subir a la moto prefería más morirme”

El moscón que consiguió culminar el Dakar no repetiría la experiencia

Javier Álvarez

L. S. / Grado
Una noche se quedó a dormir en el desierto, tras hacer un hueco en la arena y taparse con una manta térmica, de esas que parecen papel albal. Tardó 27 horas en llegar al campamento, pero ni tuvo miedo ni tiró la toalla. Otra vez se le hizo de noche por la carretera (“Tras el crono de más de 300 kilómetros tuvimos una jornada de enlace de más de 400 kilómetros, por carreteras de montaña, como subir y bajar todo el rato el Pajares”). Llegó de madrugada y con síntomas de hipotermia. Tras dos horas de sueño, control médico y de nuevo a la moto. “Cuando me volví a poner el traje, quería más morirme”.
El moscón Javier Álvarez ha entrado en la historia del deporte de Asturias como el primer asturiano que consigue culminar el rally más duro del mundo, el Dakar. Lo hizo a fuerza de concentración y constancia, amparado por 28 patrocinadores, la mitad de ellos empresas de Grado. La empresa en la que trabaja, Marval Seguridad Integral, le dio todo su apoyo. En cuanto a respaldo oficial, nada del Principado de Asturias y una ayuda del Ayuntamiento moscón. “No imaginé que fuera tan duro. En Marruecos, cuando estábamos haciendo las pruebas clasificatorias, nos decían que iba a ser más o menos así solo que más largo. Para nada: dos etapas del Dakar son peores que toda una semana de aquella prueba. Estoy encantado de haber logrado mi sueño, pero no repetiría”.
Álvarez dio muestras de maestría sobre la moto al recorrer sin accidentes de gravedad y dentro de los tiempos previstos los 5.000 kilómetros del recorrido, el 70 por ciento por dunas de arena y desierto, con desniveles de hasta 80 metros. Hizo todo el recorrido solo, sin asistencia, lo que se conoce como categoría ‘original’. “Los equipos oficiales llevan ejércitos de gente, vehículos de apoyo, de todo. En la categoría original la organización te transporta solo una tienda de campaña, un saco, una maleta y una caja de herramientas de 80 litros. Te dejan espacio en el campamento y todo tienes que montarlo tú, desde la tienda a los arreglos a la moto”.
Para prepararse para la durísima prueba, este moscón de 40 años, que empezó a andar en moto con 13 pero que no dio el salto al rally hasta 2014 tiró de gimnasio. Además de su gran resistencia física y mental, una de las bazas de su éxito fue la moto, una KTM a la que apenas pudo conocer antes de la prueba, “sólo rodé con ella unos 200 kilómetros antes de embarcarla”. Se trata de una moto especialmente creada para rally, muy cara (unos 40.000 euros) y que ha dado un resultado muy bueno en esta prueba “Yo iba a rodar con una Yamaha, pero al final no hubo acuerdo con la empresa y tuve que hacerme con una KTM. La probé sobre arena allí mismo. Ha resultado magnífica”. Lo más duro, además de las jornadas interminables y las dunas, el polvillo conocido como “fesh fesh”, “que se queda en el aire y no ves nada, lo que es muy peligroso cuando ruedas sobre rocas”.
Con los otros pilotos vivió una buena relación de camaradería y apoyo mutuo en momentos difíciles,. Ahora, ya en Grado, tras ser recibido como un héroe por sus familiares y amigos se recupera del enorme esfuerzo.

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