La periodista tevergana Rocío Ardura se ha convertido en una de las mayores especialistas en muñecas de los siglos XIX y XX
M. L. / Teverga
“Colecciono muñecas antiguas desde mediados de los años 90. Aún recuerdo la primera muñeca que compré, una pequeña pepona de cartón piedra, en un anticuario de Luarca, y que me costó mil pesetas. Han pasado más de 20 años y la colección ha ido creciendo y creciendo”, asegura la periodista y coleccionista asturiana, Rocío Ardura, natural de Teverga, que desde entonces ha ido completando una notable colección de muñecas de todos los tiempos y se ha convertido en una de las mayores especialistas en muñecas de los siglos XIX y XX, como recientemente recordaba uno de los portales de internet más valorados de nuestro país.
—¿Como describirías tu colección de muñecas?
—Destacaría su diversidad. Refleja bastante bien la evolución de la fabricación de muñecas en Europa, especialmente en Alemania, Francia y también en nuestro país. Algunos coleccionistas lo son sólo de muñecas de porcelana, otros de composición españolas y muchos coleccionistas actuales se centran en Nancy o Barbie. A mí me gusta tener una buena representación de cada uno de los fabricantes, de las distintas marcas y países. Desde muñecas del siglo XIX hasta 1975 más o menos. A grandes rasgos, podría hablaros de las muñecas francesas de porcelana, las más bellas y buscadas en todo el mundo, que solían representar ‘ladies’, mujeres elegantes con maravillosos vestidos, que afortunadamente, algunos han llegado hasta nuestros días; los muñecos de carácter alemanes que representan personas reales con sus increíbles y realistas caras; las muñecas con rasgos orientales y también de color. En España, la fabricación de muñecas comenzó mucho más tarde que en esos países europeos. No en vano, creo que la historia de las muñecas tiene mucho que ver con la evolución de las industrias, la economía y la sociedad, en general.
—¿También en muñecas y juguetes llegamos tarde?
—Fiel reflejo de nuestra propia evolución. Las primeras muñecas españolas con cierto valor comienzan a hacerse en 1940 más o menos, cuando se presenta Mariquita Pérez. Una muñeca maravillosa a la que poquísimas niñas podían tener acceso. Su precio rondaba las 100 pesetas, mientras el sueldo de un minero o trabajador industrial no alcanzaba las 400 pesetas mensuales. Pues casi cien años atrás de esto, las niñas francesas, inglesas y alemanas disfrutaban de piezas increíbles que movían los ojos, tenían música y voz. Estoy reflexionando mucho a través de mi canal de Instagram y YouTube (@arduradolls), sobre esta relación entre el coleccionismo de muñecas antiguas, la evolución de nuestro país, en paralelo a su fabricación, los cambios en la sociedad española y europea, etc…
—No todo el mundo debe de comprender este hobby, ¿verdad?
—No todo el mundo, es cierto. Muchas personas dicen que les dan miedo. Las películas americanas y Chuky han hecho mucho daño, je, je. Personalmente, mi familia y amigos lo entienden e incluso lo valoran y gracias a internet cada día es más fácil mantener relación con otros coleccionistas. El coleccionismo de muñecas me ha obligado incluso a aprender otros idiomas para documentarme y también poder viajar y defenderme en ferias y mercados internacionales.
—¿Qué consejo daría a nuevos coleccionistas?
—Que compren lo que realmente les guste y les haga felices, dentro de las posibilidades de cada cual. Coleccionar muñecas y juguetes en general, siempre nos lleva a la infancia, al tiempo de los sueños y nos devuelve al niño o niña que habita en todos nosotros. Lo decía Pablo Neruda, quien deja de jugar pierde para siempre al niño que había en tí. Tratar de conservar la infancia y los sueños de tantos, solo puede ser bueno.
—¿Tiene pensado algún destino para la colección?
—De momento, la verdad es que no. Quiero disfrutarla, y mejorarla dentro de lo posible, con piezas más selectas. Organizarlas mejor y catalogarlas.
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