Complot

Juan Carlos AVILÉS

[Nos tocó la china]

Tengo una mala noticia que daros: los Reyes Magos son los padres. Sé que semejante revelación va a traer cola, que me ve veré abrumado por cientos de acosos y persecuciones, por anónimos salvajes y retorcidos, por un sinfín de amenazas sofisticadas y tremebundas. Mi paz de espíritu, de la que he gozado hasta ahora, se verá turbada para el resto de mis días. Ya no podré caminar tranquilo por la calle ni dar dos pasos sin volver la vista atrás al recuento de sombras acechantes.

Soy consciente de todo ello, pero no puedo seguir callando. Tras arduas y múltiples jornadas de profunda investigación periodística, de noches en vela atando cabos y contrastando opiniones, mis sospechas se han ido afianzando hasta que, hace unos días, la evidencia se manifestó con todo su peso y rotundidad: en un anuncio de la tele, de esos que proliferan en fechas navideñas, se exhibían, sin pudor alguno, muñecas con la cara cubierta por una mascarilla. Pero ahí no queda la cosa. Además, laboratorios y UCIS de juguete por si a nuestra adorada Nancy le ataca el coronavirus y hay que salvarla sí o sí. No puede haber mago –lo de rey no es garantía–, y mucho menos de Oriente, capaz de tamaña chifladura. Someter a los niños, desde su más tierna infancia, a la soberana idiotez de que lo que les queda es un universo burbuja lleno de intimidaciones, censuras sociales, prohibiciones, confinamientos y toques de queda me parece una aberración indigna de sabios milenarios y bonachones. Es más propio de suplantadores abyectos sin pizca de cabeza y sensibilidad.

Y lo malo es que las existencias están agotadas. ¿Qué habrá sido de los venerables ancianitos? ¿Serían secuestrados por alguna multinacional sin escrúpulos, por alguna oscura célula yihadista, o por algún malvado servicio de inteligencia que los ha sustituido por unas profilácticas muñecas de Famosa dirigiéndose al portal? Cualquiera sabe. Como también se ignora si habría PCR para detectar la estupidez y que fueron retiradas en bloque del mercado. Porque, de lo contrario, todo el sistema sanitario se iría a pique por sobrecarga.

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