Plácido Rodríguez habla sobre ‘Tentando al diablo’, realismo mágico moscón con toques de humor asturiano, «hice muchas prácticas por los chigres»

L. S. / Grau

Plácido Rodríguez, bombero, ex concejal de Cultura, articulista, es un indispensable de Grau, cuyas calles, pueblos, chigres y paisanos conoce y le conocen. De humor socarrón, amigo de sus amigos y enemigo de sus enemigos, publica su primer libro, “Tentando al diablo” (Ed. Más Madera).

-Publica un libro de relatos. ¿Encaja dentro de un género?

-Si se analizan los textos un poco en profundidad pueden encontrarse elementos que sugieren ese encaje. La muerte aparece como elemento protagonista que va atravesando el texto, aunque sin manifestar la relevancia que adquiere dentro del relato de una manera explícita. Los personajes se mueven en una atmosfera intimista, revelando detalles con los que hilvanar las piezas que conforman el traje que viste el conjunto de la narración. La verdad, el concepto del bien y el mal, cielo e infierno, funcionan con un mecanismo relativo dentro de una escala que se resiste a tocar los extremos, llegando a dar opciones al lector de elegir el nivel de esa escala con el que se encuentra más cómodo para avanzar en la lectura. El tiempo y el espacio no son lineales, avanzan, retroceden y cambian de aspecto, aunque dentro de un marco reconocible para el lector. Teniendo esto en cuenta creo que encajaría en realismo mágico.

-¿Cómo lo definiría y a qué público va dirigido, es para cualquier paladar?

-Puede parecer pretencioso, sin embargo, el libro está concebido para diferentes niveles de lectura, de manera que puede leerse como relatos independientes o como un conjunto en el que las historias se van entremezclando a modo de novela. También me atrevo a advertir un salteado de digresiones con un componente más intimista que van aflorando de forma paralela a lo largo del relato. Con todo esto que acabo de decir no me atrevo a plantear el texto como para todos los públicos, aunque sí creo que con esa diferenciación de niveles se ofrezca a ello.

-¿Dónde ha buscado la inspiración para sus historias?

-Aquí hay de todo, desde pasajes, como se suele decir basados en hechos reales, hasta otros de pura invención, pasando por la influencia que pudieran haber tenido algunas lecturas anteriores. Supongo que la inspiración es un poco el fruto de mezclar todas esas cosas.

-¿Cuándo comenzó su afición a escribir?

-Creo que aunque fuese de forma latente siempre la tuve, desde el colegio y el instituto. Hace poco encontré en una caja cosas escritas en aquella época que me produjeron bastante turbación, no sé si por los recuerdos que me sacaron a la luz o por lo pésimamente que estaban escritas.

-¿Es su primera obra o tiene más en el cajón?

-En el cajón queda material, lo que pasa es que es un cajón de sastre. Intentaré utilizar lo que hay dentro en el futuro, si tengo oportunidad de hacerlo.

-¿Cuáles son sus referentes literarios?

-Es una pregunta que me cuesta trabajo responder. Soy un lector intermitente que no tiene la continuidad que supongo se necesita para progresar debidamente en la escritura. Ese paroxismo conlleva muchas lagunas y quedan por el camino una buena cantidad de libros y autores que me hubiese gustado abordar. Podría decir varios y muy dispares, desde Quevedo a Eduardo Mendoza por citar, al menos para mí, la genialidad en épocas diferentes. Jardiel Poncela o Saramago como ejemplos de esa disparidad, o Agatha Christie y Kafka por ser mucho más dispar.

-Qué es lo que le ha resultado más difícil, escribir o dar el paso de publicar

-Escribir me resulta relativamente fácil, otra cosa bien diferente es que el resultado tenga un mínimo de empaque literario. Lo de publicar tal vez tenga, en mi caso, un componente más azaroso, en el sentido de haber conocido el verano pasado a miembros de la editorial Más Madera y en concreto a Marcelo García que fue quien en un principio más se interesó por los textos y quien después los tuteló desde la editorial hasta alcanzar el resultado final. La verdad es que anteriormente no había intentado contactar con ninguna editorial.

-¿Tira de humor asturiano, tan socarrón?

-Puede que inconscientemente lo haga, debe de ser algo inevitable después de muchos años de prácticas por los chigres, con los amigos y en el trabajo. Lo que pasa es que si sale a la luz en algún texto no me parece que sea algo premeditado. Tal vez el humor negro sí que esté más procesado en el libro, aunque, siendo sincero no sé muy bien dónde se encuentra el límite entre el humor asturiano y el humor negro; siempre pongo como ejemplo la genial película de Javier Maqua, “Carne de gallina” que para mí es un claro ejemplo que suprime fronteras.

-¿Es este primer paso un camino hacia una obra más larga?

-El libro ya tiene un formato de novela, aunque parta de una serie de relatos cortos con un denominador común. También es cierto que uno de los textos que en un principio iba a servir como relato marco lo sacamos del libro, precisamente porque me daba pie para escribir algo más largo.

-Qué papel cree que juega la literatura, en tiempos tan audiovisuales?

-Vivimos momentos de gilipollez supina en los que los formatos televisivos y cibernéticos van imponiendo su ritmo atropellado, falto de análisis y reflexión, minando el pensamiento crítico. Cada vez son más los adeptos a esta vorágine compulsiva en la que en mensaje se reduce a la mínima expresión, perdiendo todo tipo de matices a medida que se simplifica. Ahora más que nunca la literatura debería de potenciarse, además de cómo mecanismo inteligente de entretenimiento, también como revulsivo contra la desinformación y el mal gusto.