Publicado el: 03 Jun 2022

Las antiguas fondas de Las Caldas

La puesta en marcha del complejo termal conllevó la apertura de pensiones y hospedajes para las economías menos pudientes, que no podían afrontar el pago del hotel, y en 1847 ya había tres en funcionamiento

1.- El Castellano. 2.- El Café Español. 3.- La Paz. 4.- La Aurora. 5.- Isolina Álvarez. 6.- Rogelio de Inocencio. 7.- Las Tres Hermanas. Fotografía: Ángel de la Fuente Martínez

Ángel de la Fuente/ Las Caldas

La puesta en marcha del complejo termal de Caldas de Priorio previa adquisición por don José González Alegre supuso la presencia de bañistas de Asturias, de la antigua Castilla la Vieja y de Madrid. La unión con la capital por ferrocarril el 15 de agosto de 1884 facilitó los desplazamientos hasta Oviedo y desde aquí hasta Las Caldas el viaje se realizaba en carruajes durante casi dos décadas. A partir del 4 de agosto de 1904 la inauguración del Ferrocarril Vasco-Asturiano mejoró el acceso, pero había que atravesar el Nalón en barca y luego caminar por entre los maizales de La Llera que alguna crónica periodística de la época bautizó como la selva de Las Caldas. Esta situación conllevó la apertura el 16 de julio de 1911 de un apeadero en La Premaña que tuvo una efímera vida. La construcción del puente de Caces en la década de los cuarenta y la compra por parte del balneario de un vehículo con varias plazas paliaron las deficiencias en materia de comunicaciones en la medida de lo posible. LA VOZ DEL TRUBIA en enero de 2021 publicó ‘¿Por qué San Juan de Priorio no tuvo ferrocarril?’ Aquel artículo hacía referencia al malogrado proyecto de unir por tren Trubia y El Berrón pasando por Las Caldas y Oviedo. Nunca entendí que el nuevo propietario del balneario, amigo y correligionario de Sagasta, se hubiese quedado de brazos cruzados ante aquella iniciativa tan atractiva.

La sociedad que frecuentaba nuestra parroquia no era homogénea. La prensa de la época da buena cuenta de la alta sociedad que venía hasta este pueblo para remediar sus dolencias ya fuesen reumáticas o respiratorias; sin embargo, las clases sociales más humildes también acudían en busca de un alivio a su maltrecha salud, aunque ello supiese duros sacrificios para pasar entre diez y doce días en Las Caldas. El hotel no estaba al alcance de sus posibilidades y entonces surgen las fondas con derecho a cocina entre las que cabe citar Enrique Martínez, regentada por su hija Argentina; Aniceto López -luego conocida por Las Tres Hermanas, que eran sus hijas-, Rogelio, Antonio García Cárcaba y Tomasa Riol (El Castellano); María Fernández (El Café Español); Isolina Álvarez (nieta y sucesora de Faustina); Óscar Carril Álvarez (La Paz), Casa de Teresa, viuda de Aguiriano (La Esperanza); Felicidad González (La Aurora);Antonio González (La Vizcaína); Araceli Naves, Aniceto González y Miguel Martínez (La Parra). Francisco Quirós Linares (+) y Asunción García-Prendes Salvadores en el artículo ‘El balneario de Las Caldas. Salud, ocio y sociedad en la Asturias del siglo XIX’ publicado en Ástura 3/85 apuntan que en 1847 ya había tres que se incrementaron en dos más en 1850 a las que había que añadir veinte casas que admitían huéspedes. El Correo de Asturias en las postrimerías del siglo XIX y muy al inicio del siglo XX menciona las posadas La Novedad, La Perla, La Santa y El Café Español dando cuenta del servicio y de las instalaciones que incluían en dos de ellas oratorio para los señores sacerdotes y también gabinete de lectura. A este conjunto y en un espacio marginal el balneario en una innegable pero sui géneris interpretación de la caridad cristiana abrió una dependencia para pobres que disponía de doce camas, comida y un lugar para el baño segregado intencionadamente del resto de las instalaciones frecuentadas por quienes pagaban el uso y disfrute de las aguas termales. Tal es así que aquel edificio que luego fue establo lo llamaron La Caridad. Las casas de huéspedes se distribuyeron a ambos lados de la carretera en un ejemplo perfecto de lo que es un pueblo-calle. La Vizcaína y el Café Español eran las más grandes. Las Tres Hermanas, Isolina y La Aurora respondían al modelo de establecimiento mediano mientras que La Parra era de las más pequeñas. Los edificios constan de una planta baja en la que se ubicaba la cocina, el comedor y una sala de estar más o menos amplia. La planta primera y segunda acogían las habitaciones y la buhardilla se destinaba a la pernocta de los titulares del negocio y su familia. Algunos de los edificios destacan por el empleo de cantería en jambas, dinteles y arcos rebajados en los vanos de la planta baja y primer piso. El Café Español disponía de un salón que en los últimos años fue mueblería. Conserva la techumbre pintada con tonos pastel y columnas de hierro fundido, pero el deterioro del edificio es preocupante. Me temo que tras el cierre de la mueblería su estado de conservación haya empeorado. La Vizcaína adquirió el status de hostal. Fue baile junto con la anterior y café que perdió sus señas de identidad en una burda transformación hacia un modelo rompedor e impropio de aquel establecimiento. El sillón corrido tapizado en pana, las mesas de mármol, las luminarias esféricas, las columnas de hierro fundido, el ajedrezado de su pavimento, la mampara de madera y cristal que separaba el bar del comedor y el piano hacían de aquel lugar un referente en Las Caldas del que los nacidos en los sesenta guardamos un grato recuerdo de por vida, sobre todo en las noches de verano en el Paseo de Pablo Iglesias, cuyo nombre por circunstancias evidentes había quedado en un intencionado olvido al igual que los puestos de venta que le confirieron el carácter de pequeño mercado.

Todas las casas de huéspedes solían colocar en la acera sillas y sillones en los que mataban el tiempo los veraneantes en amenizadas tertulias. Recuerdo a doña Feli -una viuda madrileña sin hijos- que pasaba los veranos en casa de Las Tres Hermanas; doña María en El Café Español -recibía la visita de un hijo que venía en un imponente Dodge Dart-, don Marcelino y doña Pacita en el establecimiento de Óscar y Adelina -él de apariencia educada, bien vestido, siempre con sombrero, acosaba a las mujeres sin que trascendiera más allá de los mentideros del momento-, don Avelino, don Rufino -sastre madrileño- paraban en La Vizcaína, al igual que Celesto La Roza de La Mortera de Palomar (Ribera de Arriba) y doña Nati -frecuentaba El Barco para poner las piernas al sol cuyos pies calzaban los zapatos al revés para gastar la suela por ambos lados- entre otros que harían interminable este artículo.

Cuando aún pervivían dos hospederías uno de aquellos usuarios solía aliviar sus necesidades en los escasos maizales de nuestra parroquia, pese a que ya disponían de un servicio en cada planta. Este hecho era frecuente en los años cincuenta pues los lugareños se quejaban del abono extra que los foráneos dejaban en las tierras cultivadas. Hace poco tiempo vi algunas de las bacinillas de loza de aquellas pensiones reutilizadas como macetas. La presencia de este enser evidencia las medidas higiénicas de la época. Hoy esto sería impensable. A partir de los años setenta la llegada de la jubilación y el envejecimiento de sus propietarios conllevaron el cierre definitivo; solamente permanecieron abiertas Las Tres Hermanas hasta 1993 y El Castellano que cerró unos años después. El Café Español, La Paz, La Aurora se mantienen en pie a duras penas. Cualquier día sus paredes no sostendrán el tejado y las consecuencias pueden ser irreparables. Otras como La Esperanza fueron transformadas en cuatro.

El cierre de estos establecimientos junto con el balneario muestra la falta de espíritu emprendedor e iniciativa empresarial en nuestra parroquia que no quiso adecuarse a los nuevos tiempos aprovechando los recursos de los que disponía. En este sentido podemos decir que Priorio es un fiel reflejo del espíritu hispano. La recuperación de la actividad balnearia en el año 2006 no trajo consigo la reapertura de las antiguas casas de huéspedes para ofertar un buen servicio a las economías más modestas. Caldas de Priorio al igual que Asturias se encuentra en un estado de letargo como consecuencia de una nefasta acción política durante cuarenta años cuyo objetivo ha sido contar con un conjunto de estómagos agradecidos a cambio de sumisión y silencio. Resulta desolador pasear por el centro del pueblo, por el nuevo vial hacia Casielles y ver el aspecto de ruina de este conjunto de edificios que tanta vida dieron en otros tiempos al lugar de Las Caldas.

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La Voz del Trubia