La peña Caniechas de bolo vaqueiro mantiene a pleno rendimiento su bolera, que lleva en uso desde 1922 sin apenas cambios
Rafael Balbuena/ Cangas
«Cien años no se cumplen todos los días, no», indica con discreto orgullo Jacinto Tosar, presidente de la peña Caniechas, una de las 16 que existen federadas en torno al bolo vaqueiro en el concejo de Cangas del Narcea. Y el pasado 3 de septiembre el pueblo de Gillón tenía motivos para conmemorar la efeméride: la bolera local lleva un siglo en activo, en el mismo lugar donde se construyó en 1922 sin cese de actividad ni apenas cambios, «solo unas mejoras en un muro de hormigón y unas lonas que se hicieron en los años 80». La peña Caniechas es la usuaria de este recurso, aunque no es tan longeva como su pista. “La peña existe (formalmente) desde que el resto de peñas del concejo nos federamos, más o menos hacia el año 2000; lo que cumple cien años es la bolera”, recalca Tosar. Pero fue el afán de sus componentes por documentar la historia local de los bolos la que fue llevando hasta dar con el documento fehaciente. “Hace años, en una revista que ya no existe, ‘La Maniega’, aparecieron unas fotos fechadas en 1931 con unos paisanos jugando en el mismo terreno de La Treita, donde está precisamente la bolera”. A raíz de esa foto, “un paisano del pueblo, de 90 y tantos años, nos dijo que la bolera la mandó construir en 1922 su abuelo, que era el vistor del pueblo -el encargado de organizar las sestaferias- y que era muy aficionado a los bolos”, prosigue Jacinto.
El recinto es un referente más allá de las fronteras de Asturias, hasta el punto de que “Fernando Maestre, director del museo de los juegos tradicionales de Huesca, tiene en la portada del museo una foto de esta bolera de Gillón”, explicando que es “uno de los mejores ejemplos de este tipo”, añade con orgullo.
Auge de los bolos
La fiesta por el centenario, en todo caso, culmina 20 años de auge de este deporte y se celebró como mandan los cánones: con partida de bolos y entrega de premios: “Creo sinceramente que fue un éxito; el día fue fabuloso y todo el mundo quedó muy satisfecho”, valora Jacinto. “Participaron 54 tiradores en el torneo y hubo premios para los tres primeros”, más un cuarto para el de menos puntuación, “que es un premio peculiar y que presta mucho”, añade. Terminado el torneo, a las 8 de la tarde la fiesta continuó con una parrillada en la que participantes y asistentes, más de 80, terminaron “un día de fiesta genial para el bolo y para el pueblo de Gillón, la verdad”. El juego de bolos, una tradición que en Asturias tuvo implantación masiva durante siglos, sufrió un declive a partir de la década de 1970, llegando a un punto bajo que solo empezó a remontar bien entrados los años 90. “Estuvo muy parado, aunque aquí en Cangas, en boleras como la de Gillón o Jedrez nunca se dejó de jugar, sobre todo en verano” aclara el presidente de la peña Caniechas. Sin embargo, la catalogación de los bolos como deporte tradicional y la progresiva recuperación de los campeonatos locales hicieron que a comienzos de siglo las boleras volvieran a ser espacios de encuentro y competición, reuniendo cada vez mayor concurrencia en lugares tan distantes entre sí como Pumarín o Somió en Gijón, Riaño (Langreo) o Barredos en Laviana, entre otros muchos. El despertar había llegado, hasta el punto de construirse nuevas boleras en espacios deportivos de competición modernos como el complejo de La Morgal (Llanera), confirmando que este deporte y su afición repuntaban, y en Grado, donde se juega la modalidad de bolo batiente. Y es que los bolos han experimentado un renacimiento en sus distintas variantes, confirma Jacinto, concretando que en Cangas del Narcea se impone el bolo vaqueiro, modalidad local “similar al bolo celta que se juega en Tineo, pero con otras normas; es la que se jugaba en las brañas, y nosotros la bautizamos así cuando se abrió la federación”.
Trashumancia
Haciendo honor a esa trashumancia, el bolo vaqueiro tiene presencia en los concejos limítrofes y más allá de la cordillera, habiendo gran afición en lugares como Villablino o El Bierzo. “Al federarnos empezamos a jugar la liga local, con tres categorías y un crecimiento bastante notable”, prosigue Jacinto, llegando a celebrarse exhibiciones, clases y muestras en colegios. “Ahora es un buen momento, entra gente joven de 15 a 20 años y hay mucha afición”. A día de hoy el equipo de Caniechas lo componen 10 jugadores, que considerando que el censo de Gillón ronda el medio centenar de vecinos, son un 20% de sus vecinos. “Los bolos son un referente turístico y una muestra de interés del deporte en el ámbito rural”, reflexiona Tosar. Para conocerlo, recomienda “cualquier fin de semana en que haya liga local o torneo y si hay buen tiempo, mejor”. Ahora toca celebrar “los 101 años y lo demás ya se verá”.
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