De la madreña a Internet

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Manuel G. Linares

De pronto, un día nos despertamos y nos damos cuenta que todo ha cambiado; hemos visto cómo los medios de transporte pasaron de los equinos y carros a los motores de combustión con ruedas de goma y ballestas, lo que significaba más rapidez y más prisa; pero… las carreteras no han evolucionado al mismo ritmo; el tiempo ha empezado a cotizarse como un mineral precioso, hemos pasado de una vida plácida y natural a otra acelerada, estresante y consumista, a la que llamamos estado de “bienestar”, también conocido como era industrial. Las gentes abandonaron sus sistemas de vida tradicionales y emigraron a los polos de desarrollo o polígonos industriales en torno a los cuales crecieron las grandes urbes. El cambio efectuado por nuestra sociedad desde mediados del siglo XX a estas primeras décadas del siglo XXI ha sido vertiginoso, concretamente en Asturias hemos pasado de la madreña a las redes sociales, al Internet y todo ha sido tan precipitado que no hemos sido capaces de digerirlo. Una de las cuestiones sociales más delicadas es la de la administración de los tiempos y de pronto nos vemos desbordados pasando del tiempo de las cerezas, los higos o las castañas a los tiempos del viaje a la luna, o al centro de la tierra, convirtiendo una soñadora fantasía de Julio Verne en una realidad ya pasada.y superada, ahora estamos en los tiempos del cambio climático y la inteligencia artificial…

Siempre he apostado por el turismo como un complemento del desarrollo con el aprovechamiento de los recursos naturales pero de pronto nos encontramos con que el turismo ha desplazado a todos cuantos recursos habíamos utilizado para nuestra subsistencia, pero me sigo preguntando si con este sistema que hemos adoptado para el nuevo estado de bienestar, podemos mantener, sin población, la sanidad y la educación como factores básicos. Aquella inteligencia natural que nos llevó a inventar la rueda y la madreña llegando al internet, ahora corre el peligro de ser desplazada por la inteligencia artificial, manipulada por unos poderes fácticos y unos intereses que se pueden volver contra nosotros mismos por incontroladas ambiciones, hemos llegado a la magia de la realidad virtual, pero estamos perdiendo la capacidad de crear una madreña, quizás porque ya no la necesitamos o no sabemos cómo se hace. Ahora, a esperar que no fallen los satélites.

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