Revitalizaremos el medio rural

Adrián Barbón, presidente del Principado de Asturias

Un septiembre más tengo el honor de intervenir en la celebración institucional del Día de Asturias. Siempre noto una emoción especial al tomar la palabra en este acto, pero hoy será realmente difícil que no me desborden los sentimientos. Les ruego que me disculpen de antemano.

De todas maneras, tampoco pienso que sea bueno reprimir las emociones, encerrarlas bajo cerrojos y candados para que no afloren, como si fueran peligrosas muestras de debilidad. Me pregunto qué hay de malo en reconocer que el Día de Asturias es una jornada que nos conmueve, plena de afectos.

Póngome siempre nel sitiu de quien vive’l 8 de setiembre fuera de la nuestra tierra. Probablemente, valorarán muncho meyor lo que nos arrodia. La bandera, l’himnu, el paisaxe, hasta’l cielu qu’esta tarde nos acompaña, too va tener un significáu más fondu y sentíu. Nunca vamos recordalos tanto como lo merecen.

Tamién intento poneme na piel de les persones, cadu añu más numberoses, qu’elixeron Asturies pa trabayar y vivir. Hemos tresmiti-yos qu’esta celebración, incluyíos los actos festivos que se lleven a cabu nos fermosos conceyos d’Os Ozcos, ye más qu’un altu nel calendariu. Faigámos-yos ver que ye un día pa l’afirmación d’una comunidá abierta, enraizada sobre una trayectoria de sieglos, arguyosa del so compromisu cola llibertá, la solidaridá, la tolerancia y la xusticia social.

La trescendencia del Día d’Asturies impónse a toos nosotros. Nun ye una xornada pa protagonismos o llucimientos particulares, sinón pa la identificación colectiva.

Tamién entiendo que güei tienen qu’imperar la concordia y la unión sobre tensiones y desalcuerdos. Polo menos, tenemos qu’intentar con bona voluntá qu’esta xornada nun encerrice los antagonismos, qu’al añu yá-y sobren hores abondo pa la espresión acalorada de de les diferencies. 

Pa se-yos sinceru, paezme que sobren yá tantos escesos nel debate públicu. Los desalcuerdos, que son consustanciales a la pluralidá y a la democracia mesma, son compatibles cola fixación d’oxetivos comunes. Resulta improductivo, y hasta cansao, buscar la división por cuenta de cada palabra y cada xestu, esa actitú repunante qu’entierra’l diálogu nel baruyu. 

Reivindico la Asturias madura, capaz de fijar objetivos compartidos. Me arriesgo a afirmar que el impulso demográfico, la renovación industrial, el refuerzo de los servicios públicos, la revitalización del medio rural o la consolidación del modelo turístico de calidad son metas comunes para una amplísima mayoría.

Cuando abordemos estos asuntos, cruciales para el futuro de nuestra tierra, intentemos sobreponernos al ruido. La búsqueda del consenso es a estos efectos un excelente material aislante, porque ayuda a distinguir lo accesorio de lo importante. Así hemos acordado nuestras prioridades para mejorar las comunicaciones. Así hemos negociado un pacto de concertación social acorde con la nueva realidad de Asturias. Así exploraremos también entendimientos similares sobre el medio rural y la salud mental, una de las urgencias de nuestros días. Estoy convencido de que podremos lograrlos.

Temos outro bon exemplo nel financiamento. Hai xa cuatro anos qu’a Xunta Xeneral acordóu úa posición. Se nun foi unánime, cuase. Ese documento, coherente coas declaracióis acordadas con outros gobernos autonómicos, condensa us criterios plenamente vixentes. Porque é un acordo razonao, ben argumentao y con un respaldo amplio ten muito máis peso que cualquera exabrupto tremendista.

Reivindico, tamén, úa Asturias esperanzada, a que cre nella mesma. A nosa comunidá demostróu de sobra a súa resiliencia. Hai cuatro décadas, condo eu era cuasemente un neno, empezóu a reconversión. Dende entoncias, nunca vivíu tempos fáciles. A pesar d’eso, hoi podemos afirmar que lideramos a tresformación industrial, qu’enterramos el complexo secular d’islamento, que somos un sinónimo de calidá turística y que tamos cada vez máis arguyosos da nosa cultura.

Tantas veces posta a proba, Asturias resistíu, reinventóuse y empeza úa etapa decisiva de cambeos que vai precisar el miyor de nosoutros mesmos.

Hay personas que siempre lo hacen, que día a día entregan lo mejor de sí, que se vacían por completo. Me refiero, con sus nombres y apellidos, a las cinco que este año han merecido la medalla de Asturias, la máxima distinción institucional del Gobierno del Principado.

Si digo “¿qué tal, hermanu?”, pienso en ti, Aníbal. Te imagino aquí mismo, en este acto, algo incómodo dentro del traje, azorado por el reconocimiento, deseando que acabe y, a la vez, intensamente orgulloso de que uno de los alcaldes más queridos de la historia de Mieres luzca la medalla de todos los asturianos.

Cada uno deja un rastro en la vida. Una estela, más o menos profunda. De Aníbal se han dicho muchísimas cosas, tantas buenas y ciertas, que es difícil elegir. Me gusta recordarle como un antídoto del sectarismo. Alguien plenamente identificado con sus ideas, rocoso en las convicciones y, al mismo tiempo, abierto a todos los demás.

“Soy, en el buen sentido de la palabra, bueno”, se definió Machado. Parecen palabras escritas para Pablo García, humilde maestro de libertades contra la dictadura y primer alcalde democrático de Laviana. Perdonen ustedes, porque ahora no hablo sólo como presidente. Hablo como lavianés, ex alcalde y, sobre todo, aprendiz.

Sí, Pablo, como alumno. Llevo conmigo tus enseñanzas como quien guarda un objeto precioso y querido. Entre ellas, hay una que no olvido jamás: que los derechos no son un regalo caído del cielo. Que hay que defenderlos generación tras generación, sin bajar la guardia.

Marcelino Gutiérrez nunca la bajaba. Si el periodismo exige vocación, el director de El Comercio la derrochaba. Antes aludí al debate público, distorsionado por el tribalismo de las opiniones y la proliferación de bulos. Con su rigor y su respeto a la pluralidad, ajeno al etiquetado de banderías, la medalla de Asturias honra a una persona que contribuyó a mejorar la calidad de la conversación pública en el Principado.

En estos tiempos se debate sobre el papel de los medios, sobre cuáles se dedican a la información y cuáles sólo aspiran a la intoxicación. Teóricamente, la discusión da muchísimo de sí. En la práctica, es bastante sencilla. Marcelino Gutiérrez es una muestra de la primera categoría, la del periodismo veraz y crítico. La amplia representación de El Comercio que nos acompaña demuestra hasta qué punto su dirección y su humanidad marcaron impronta.

Adonina Tardón recibe la medalla de Asturias por su brillante evolución académica e investigadora. El Gobierno del Principado desarrolló recientemente una campaña para promover las vocaciones científicas, destinada en especial a las mujeres. Pues bien, la biografía de Adonina vale en sí misma por toda una campaña: cuanto más conocida sea, mejor.

Cuando nos anuncian un descubrimiento médico, solemos descuidar el largo período de trabajo meticuloso que hay detrás. Hace casi 25 años, dos investigadores recibieron el premio Nobel por haber demostrado la relación entre el cáncer de estómago y una bacteria que ellos mismos habían descubierto. Puede que en un plazo corto baste una revisión laboral rutinaria para detectar la infección y evitar la temida enfermedad. Ese paso llevará el sello de Adonina.

Consuelo Vallina también imprime su sello personal a toda su obra, expresión de una enorme potencia creativa. La capacidad para trabajar diferentes disciplinas –ya sea la pintura, la grabación o la cerámica- y para utilizar diversos materiales es un reflejo de ese talento, reconocido en numerosos países.

Su voluntad por interpretar el mundo desde el arte sigue hoy tan vigente como cuando dio las primeras pinceladas, con las que desbrozó un camino cuyo recorrido no resultaba fácil entonces para las mujeres. Porque Consuelo incorpora otro rasgo a su trayectoria: el compromiso con la igualdad, que ha mantenido a lo largo de toda de su vida.

Este año, el gobierno también acordó proponer otras tres distinciones. La de Ángel Fernández Artime, séptimo cardenal asturiano de la historia, como hijo adoptivo. Su relevante trayectoria eclesiástica, que le ha llevado a ser el rector mayor de la congregación salesiana y a ejercer altas responsabilidades en España e Hispanoamérica, merece el reconocimiento público.

Al igual que los hispanistas franceses Yvan Lissorgues y Jean François Botrel, propuestos como hijos adoptivos de Asturias y que nos honran con su presencia. Cuando se cumplen 140 años de la primera edición de La Regenta no podíamos dejar en el olvido a dos de los mayores expertos mundiales en la gran obra de Clarín. Yvan, Jean François, ustedes saben que, en realidad, no necesitan ninguna credencial institucional para sentirse en su tierra: son asturianos por derecho, porque se lo han ganado con su buen trabajo. La Regenta es nuestra universal novela de provincias, y ustedes han contribuido a prestigiarla. De corazón, gracias.

Ya no les robo más tiempo. Esta celebración del Día de Asturias, el acto institucional que acoge a todas y todos sin diferencias, sólo tiene un final posible.

Viva Asturias.

Puxa Asturies.

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