César Castaño, bateador y escultor, galardonado por el Centro Asturiano de la capital
Se le ve feliz, pero con la misma prudencia con la que suele definirse al típico paisanu del suroccidente astur: la cautela y el orgullo en la misma persona. Acaba de recibir el ‘urogallo de bronce’, premio que concede el Centro Asturiano de Madrid a las personalidades del año, pero en su modestia se le ve más feliz que unas pascuas. César Castaño, que es de Navelgas pero que igual que otros muchos asturianos tuvo que irse unos años a Madrid a buscarse la vida, asegura que el galardón le ilusiona “no tanto por mí, sino por la cantidad de emigrantes que tuvieron que marchar de casa en busca de un futuro. Es una figura que me impone respeto y admiración”. Con la dignidad del que sabe lo que hace, y el agradecimiento a una labor callada pero constante. Como el mazo sobre la pieza de metal, que golpe tras golpe consigue que un trozo de hierro cobre forma y se convierta en algo distinto y especial.
Hijo y nieto de ferreiros, con un probable origen vasco –y errante, también- en la profesión de la fragua y el yunque que vio en casa desde pequeño, Castaño nació y vivió en Tineo hasta los 30 años
Algo especial, de hecho, es lo que debe tener en los genes este hombre en apariencia recio, pero al que la ternura le asoma a las primeras de cambio en cuanto uno conversa con él. Hijo y nieto de ferreiros, con un probable origen vasco –y errante, también- en la profesión de la fragua y el yunque que vio en casa desde pequeño, Castaño nació y vivió en Tineo hasta los 30 años. Ahora tiene 52 y está de vuelta en Navelgas, en activo y con tanta faena por delante como la que tiene ya en el currículo. Y es que desde aquel 1992 en que hizo las maletas y se fue a la capital, ha atesorado muchos trabajos y experiencias, casi siempre con un punto peculiar y a menudo pionero, bordeando lo visionario. Porque antes de volcarse en su profesión actual, César ha ejercido –y ejerce- de gaitero, bateador de oro, promotor cultural, organizador de festivales –dirigió durante años el certamen folk ‘Cuarto de los Valles’ y el festival de jazz de Yecla, en Murcia- y ahora, de escultor renombrado. Pero con la base que da la profesión de herrero que, como ya se ha dicho, mamó en casa desde la cuna.
¿Y cómo se convierte uno en escultor después de haber hecho cosas tan dispares? “La vida te lleva un poco por este camino”, resume César. Como otros tantos, sin comerlo ni beberlo, vio cómo la crisis de 2008 daba la vuelta a una situación previa de prosperidad que obligó a muchos a ponernos las pilas antes de que la vida nos comiese a nosotros. Y concibió la fragua como otra forma más de mover la creatividad que antes le había llevado a la música o a buscar oro en el fondo del río Navelgas. Fue en 2014 cuando decidió volver a Tineo, con la idea de hacer esculturas de hierro forjado recuperando una labor, la de ferreiro “de la que hoy somos cuatro gatos contados la que la ejercen”, señala. La diferencia es que, si bien su abuelo y su padre trabajaban el hierro para hacer objetos y enseres de trabajo, él lo hace para crear piezas de arte que, por cierto, tienen un recorrido nada desdeñable. De mano, el trofeo Johann Cruyff que premia cada año la labor del entrenador más destacado de la liga de fútbol profesional, es quizá la obra más célebre que ha salido del taller de César. O la escultura de unas raquetas de tenis cruzadas -40 kilos de peso y una imponente composición- que preside el vestíbulo de la Academia Rafa Nadal, en Manacor, donde el laureado tenista tiene su escuela deportiva. Como anécdota, César recuerda que “la entrega de la escultura fue un show, parecía que venía una estrella del rock, entre tanta gente y tanto revuelo, y luego Rafael Nadal es un hombre tan sencillo y tranquilo…”.
Fue en 2014 cuando decidió volver a Tineo, con la idea de hacer esculturas de hierro forjado recuperando una labor, la de ferreiro “de la que hoy somos cuatro gatos contados la que la ejercen”, señala.
Tal vez sea la sencillez lo que de verdad atraiga a César Castaño. Porque uno de sus pilares siempre ha sido Manolo Linares, el pintor y promotor de iniciativas de todo tipo y columnista de este periódico que ha hecho y hace todo lo posible por dotar de presencia a Navelgas en Asturias y en el mundo. “Manolo fue quien me introdujo en el bateo de oro”, explica. Él fue quien tuvo la idea de crear el campeonato de bateo a mitad de la década de los 90 después de conocer el que hacen en Yukón (Canadá) y trajo geólogos, viajó por Europa para promoverlo… y su generosidad con todo lo que he hecho por Navelgas es admirable. Él le ha dado presencia y nombre a este pueblo”, asevera.
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