Somiedo es indisociable de la trashumancia

Guillermo Palomero
Presidente de la FOP

(Pregón de la Romería de la Trashumancia de Somiedo)

Las casi 30.000 maravillosas hectáreas de Somiedo fueron declaradas parque natural en 1988, además de ser uno de los primeros de la cordillera Cantábrica, se declaró con el beneplácito de sus vecinos y vecinas. Fue un paso importante que sacó a Somiedo de la cola en renta per cápita de Asturias y fue el espejo en el que se miraron otros territorios cantábricos para terminar siendo igualmente espacios naturales protegidos; así se fue creando una red que ha cubierto, protegido y contribuido al desarrollo socioeconómico de buena parte de la cordillera Cantábrica.

Cuando a finales de los setenta buscaba osos con más entusiasmo que acierto, y lo hacía estimulado por algunas lecturas y por los programas de Félix Rodríguez de la Fuente, ese enorme divulgador a quien nunca estaremos suficientemente agradecidos, que consiguió que una España que estaba de espaldas a su Naturaleza abriera los ojos y se maravillara con su fauna y flora y con su increíble diversidad paisajística. Pues buscando osos encontré a Somiedo… y fue un auténtico flechazo, este territorio me enamoró desde el primer momento, con la fuerza que transmitían sus montañas, esos roquedos que daban miedo, bosques extensos de abedul, haya, roble y encina…. y en perfecta armonía los pueblos, las brañas, los pastizales y los prados de siega y diente. Un extraordinario ejemplo de Naturaleza cantábrica plena compartida con una sociedad ganadera.

En aquel entonces no venía mucha gente por Somiedo y la presencia de un joven con pelo más bien largo y algo de perilla que subía al amanecer al monte, muchas veces solo, y bajaba más bien de noche, no dejaba de despertar recelos (José Luis Valle del Parador de La Pola Somiedo me confesó, cuando fuimos cogiendo confianza, que pensaban que era un GEO y que venía a vigilarles, y como consecuencia, se vaciaron algunos arcones de ciertas carnes que se guardaban en ellos). Pero sobre esa desconfianza inicial se impuso con rapidez la hospitalidad que caracteriza a las gentes de montaña, entraba en las casas, comía de esas fuentes que nunca se vaciaban de jamón, cecina y de chorizo hecho de vaca y cerdo, bebía vino y algún que otro chupito y escuchaba, sobre todo escuchaba con enorme deleite y total atención historias de osos, de caza, de ganadería, de la vida en estos pueblos. Ocurría en la cocina, en torno al escaño, había niños, mujeres y hombres, abuelas y abuelos, se escuchaba con respeto a los mayores, y allí aprendí a conocer y a admirar a una sociedad rural orgullosa con sus costumbres, sus fiestas, muy trabajadora y perfectamente integrada en esa Naturaleza plena y dura. Una sociedad que en unas pocas décadas se ha ido, se ha diluido de la mano de un despoblamiento que desgraciadamente ha vaciado muchas de esas cocinas que para mí fueron, en Somiedo y otros territorios cantábricos, verdaderas universidades en las que aprendí a entender a la gente rural y a afinar mis ideas conservacionistas.

Recuerdo que al principio dormía donde me dejaban, luego me quedaba en una casa que alquilamos unos amigos en Villar de Vildas, más tarde en Corés con Félix y la Pequena (con ellos me sentía como en mi casa), o en el Parador de José Luis, en La Pola Somiedo, cuánto hablamos José Luis y yo sobre la vida y la Naturaleza, y las conversaciones con Aurelio, en la taberna L’Auteiro de Valle de Lago, donde siempre repetía el  riquísimo arroz con leche “requemado” que hacía Piro, ….. y siempre al monte, todo el día en el monte, a conocer y rastrear caminos, en las peñas buscando oseras, o cogiendo una muestra de un excremento en medio de un hayedo o de un robledal para estudiar la dieta del oso. 

Y aprendiendo a entender el paisaje somedano, agreste y duro, bellísimo, pero también dibujado por la mano del hombre ganadero, con sus pastos y sus brañas…. esas brañas y majadas vinculadas a los diferentes tipos de pastoreos y trashumancias. Como lo definía Jaime Izquierdo: “Somiedo se sitúa en un cruce de caminos en el que razas ganaderas, culturas, gentes pastoras y arrieras venidas de la marina Cantábrica, o de las dehesas extremeñas, confluyen durante unos meses del año en un concierto y con una armonía conseguido tras siglos de experiencia”. Y como lo explica con un estilo riguroso, pero asequible a cualquiera, el antropólogo Adolfo García en su libro “Trashumancia y brañas del Parque Natural de Somiedo”. Somiedo es indisociable de la trashumancia y de su huella cultural.

Es apasionante entender los diferentes tipos de trashumancia. La de los vaqueiros de alzada que venían desde la marina o de concejos del interior a sus brañas-pueblo, y lo hacían con el ganado, enseres y toda la familia y retornaban de nuevo a pasar el invierno. La trashumancia mesteña con los rebaños de merinas que llegaban a los pastos altos en verano desde Extremadura o Castilla, y que lamentablemente ya no están en Somiedo desde hace unos 10 años y pocos son ya los rebaños que continúan llegando a los puertos cantábricos de Palencia y León. Y la que hacen los ganaderos somedanos (y los ganaderos de otras montañas cantábricas), subiendo las vacas según las estaciones y el crecimiento del pasto, a media ladera o a los pastizales de altura, y en invierno a la cuadra a comer lo segado en los prados del valle; así se aprovechó siempre y así se hace ahora, con esas 8.000 vacas roxas que comparten en Somiedo territorio con los osos, creo que en buena vecindad y sin demasiados problemas. Ambos animales, las vacas roxas siempre y los osos ahora, son pilares importantes de la economía somedana.

Tardé un tiempo en ver mi primer oso, y eso que me esforcé mucho, y lo vi en Somiedo el 15 de abril de 1982. Lo vi con Lolo el de Caunedo, un guarda duro y eficaz de los de antes (si todavía hoy quedan osos es en buena medida gracias a aquella generación de guardas, la mayoría ya fallecidos sin haber recibido un merecido homenaje conjunto por su trabajo en tiempos muy difíciles). No era un oso, era una osa, una preciosidad de osa, con la cabezota leonada, los flancos grises y los cuartos traseros y patas anteriores de un tono pardo oscuro, casi negro, y la seguían dos oseznos de pocos meses que no paraban de enredar. Después de tanto tiempo buscándolos, el premio fue excepcional, ¡una familia de osos cantábricos dando sus primeros pasos después de la hibernación! Esa osa somedana y sus dos oseznos me impactaron de tal manera, que ese día firmé mi compromiso de por vida con la conservación del oso.

Y entre montes, paisanos y osos continuó mi romance con Somiedo, sin perder por el camino un ápice de pasión y de compromiso. Somiedo me ha enseñado y me ha aportado muchísimo, y tanto yo, como la fundación que presido, hemos mantenido y mantendremos el compromiso de aportar a Somiedo todo aquello que esté en nuestra mano. Muchas gracias a los somedanos y somedanas, me gustaría haber citado a muchas más personas pero esto es un breve pregón, y al ayuntamiento y a Mino, ese alcalde infatigable en la pelea por su concejo y de cuya amistad me siento especialmente orgulloso, y a la Parroquia Rural de Saliencia por invitarme a participar en la Romería de la Trashumancia, una buena idea de un somedano de Valle de Lago ya fallecido, Adolfo Lana, padre de Gloria que junto a Elvira, vaqueira del Llamardal, y otra docena de hombres y mujeres somedanas, han hecho, y vienen haciendo en nuestra fundación un trabajo eficiente y siempre comprometido con la conservación del oso y con Somiedo.

Pero bueno, basta ya de palabras y adelante con la Romería a pesar del mal tiempo que hoy parece que nos quiere anunciar la llegada del otoño.

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