Cuando los moscones engañaron al general Ochoa

La Revolución de 1934, de la que se cumplen 90 años, ganó tiempo gracias a una maniobra en Peñaflor que forzó al general a desistir de ir directamente a Oviedo a sofocar la rebelión, dando el giro por Avilés

F. Romero / Grau

Ochoa, en primer plano, tras entrar en Oviedo en octubre de 1934

Recordamos estos días el 90 aniversario de la Revolución de Octubre de 1934, cuando los obreros asturianos se sublevaron contra la entrada en el Gobierno republicano de los ministros profascistas de la CEDA y se alzaron en armas para llevar a cabo su Revolución Social.
Aunque Grau no aparece en los libros de Historia tanto como Oviedo, Gijón o las cuencas, su papel en apoyo de lo que se llamó la Comuna Asturiana fue relevante.
En la villa el comité revolucionario estaba integrado por comunistas, socialistas y anarcosindicalistas. Unos trescientos obreros consiguieron rendir el cuartel de la Guardia Civil en la noche del día 6 con apenas una treintena de fusiles y algunas escopetas y pistolas. Tomaron las centralitas de telégrafos y teléfonos. Enpoco tiempo se habían hecho con el control en Grado, por lo que la mayoría se fueron a Trubia a ayudar a sus compañeros en la toma de la fábrica de armas. Los revolucvionarios quedaron dueños de la villa por unas horas porque el día 7 los enlaces avisan de la llegada de una columna del ejército y se crea una desbandada.
El papel de Grau en la Revolución fue más importante cuando las tropas gubernamentales al mando de los generales López Ochoa (desde Galicia) y Yagüe desde Gijón, empezaron su imparable avance hacia el principal frente: Oviedo.
Cuando las tropas entraron por la avenida principal en la villa (Eulogio Díaz Miranda) los revolucionarios acababan de marcharse. «La entrada fue emocionante, el aspecto de la población era amenazador y se comprendía por mil detalles que los revoltosos acababan de abandonarla» relata el propio Ochoa. Siguieron, sin pararse en la villa y en silencio hacia Peñaflor. Pero encontraron obstruida la carretera «por una fortísima tala de árboles gigantescos imposible de sortear.» Estaban cerca del desfiladero, de donde provenían densas columnas de humo señal de que se estaba quemando el arbolado. Ochoa mandó dos compañías a otear la zona «y se confirmaron mis sospechas, el enemigo nos esperaba en el desfiladero donde habría que empeñar un duro combate si pretendíamos forzarlo».
Volvió la columna de Ochoa a Grado para pernoctar y se agruparon en «cuatro edificios principales». Ochoa había caído en la trampa, pues como se supo después solo había un pequeño grupo de revolucionarios que esperaban con escopetas a la columna para frenar mínimamente el avance.
Según explica Paco Ignacio Taibo II, que se entrevistó con muchos de los protagonistas que aún vivían, «López Ochoa había caído en una trampa tendida por su propia imaginación basada en sus recuerdos de academia militar: la derrota del general francés Sebastiani en la Guerra de la Independencia».
De esa manera Ochoa viró hacia Avilés evitando Peñaflor, permitiendo a los rebeldes de Oviedo ganar varios días en su resistencia.

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