Dioses del Aramo

Momento en el que van llegando a comer los buitres leonados / M. M.
María Martínez
Santo Adriano

No solo del avistamiento del oso vive el amante de la naturaleza. Todos los viernes los apasionados del mundo animal, sin tener que irse muy lejos de sus casas, pueden ser testigos de un espectáculo impresionante cuyo protagonista en este caso es el buitre leonado, una especie que se ha ido recuperando en Asturias gracias, entre otros, al Fondo para la Recuperación de los Animales Salvajes (FAPAS), que tiene sede precisamente en Tuñón (Santo Adriano).
Los grupos van acompañados del experto de FAPAS Luis García, que les lleva hasta el comedero de los Navaliegos, cedido por el Ayuntamiento de Santo Adriano, alimento para los buitres, lo que, en poco tiempo atrae a numerosos ejemplares, varias decenas, aunque a veces las visitas son también de otras aves, como las águilas que no quieren desaprovechar este banquete.
Contactando por correo electrónico con FAPAS las personas interesadas pueden participar en esta actividad.
Se trata de una experiencia «increíble», según los participantes, en el que un grupo de diez personas pueden ver a los buitres leonados sin ser vistas, realizando buenas fotos y observando de cerca el comportamiento de estas aves de gran porte.
Luis García llega con su furgoneta, abre las bolsas de carne, restos que ceden gratuitamente los supermercados. En el momento en que se marcha el vehículo empiezan a llegar decenas y decenas de buitres, que ya saben que allí se come bien, creando un espectáculo impresionante.
Los buitres se encuentran muy a gusto en los terrenos calizos, como los de muchas montañas asturianas, entre ellas la propia sierra del Aramo, ya que hay numerosas oquedades y cuevas que facilitan su anidamiento.
Pero a la imagen de alas extendidas de gran porte sobrevolando la planicie hay que añadir el sonido del aleteo de tantos ejemplares, algo que también llama mucho la atención de los visitantes.
Tras el espectacular aterrizaje, los buitres devoran los restos de carne, los engullen con gran ansiedad para evitar tener que compartir con sus compañeros y poder salir bien alimentados de la visita. En el momento en que se va acabando el manjar, comienza la pugna entre ellos. De hecho, algunas aves de otras especies que llegan también atraídas por el olor, intentan acercarse pero no se atreven por los pleitos que se disputan en este comedero.

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Un ejemplar con sus imponentes alas desplegadas (Luis García)

Los buitres han estado llegando sin parar durante un largo rato, prácticamente hasta que se acaba la comida. Por su parte, el guía recomienda a los visitantes que permanezcan dentro de la caseta hasta que se marche el último ejemplar. La razón es que si fueran espantados en ese momento, recién comidos, los buitres vomitarían, con lo que el esfuerzo de FAPAS por alimentar a estas colonias sería en balde.
Otra de las curiosidades de esta actividad es que si el día es lluvioso los buitres no comen, se quedan esperando a que escampe. Ese es el riesgo que corren a veces algunos visitantes y al final se tengan que marchar sin haber contemplado el espectáculo. En otras ocasiones las razones son otras, como por ejemplo que esa semana no haya carne suficiente o restos en los supermercados.
En los valles del Trubia hay unas 20-25 parejas de buitres leonados, lo que suma unos 60-80 ejemplares. Otra de las zonas en donde hay presencia de estas aves es en el Parque Natural de Somiedo, en donde se ubican varias áreas de reproducción, Hay localizadas 6 o 7 parejas.
En donde existe una mayor concentración es en los Picos de Europa. Aquí se encuentra la mayor población de toda la Cordillera Cantábrica. Se estima que hay entre 120 y 150 parejas reproductoras con una población que se aproxima al medio millar.

M. M. G. / Santo Adriano
Desde el año 2009 FAPAS ha estado trabajando en la recuperación del buitre leonado. Inicialmente procedieron a capturar varios ejemplares para soltarlos de nuevo con sistemas de identificación en vuelo y otros con emisores de localización vía satélite. Gracias a este trabajo han podido conocer mejor los movimientos de los buitres que vienen a alimentarse al comedero de los Navaliegos. Ahora saben que los que acuden no solo son de esta zona sino que llegan de otras más lejanas, como Picos de Europa e incluso de los Pirineos. Hay que precisar que todo este trabajo se realizó en una época en la que estaba totalmente prohibido dejar cadáveres de animales en la naturaleza.
Los buitres apenas tienen olfato, por lo que no llegan a la comida así sino por la vista. Para ello se ayudan de los cuervos y cuando detectan un cadáver empiezan a volar en círculos cerca de él, algo que saben los buitres y que los atrae rápidamente hasta ese lugar. Por muy alejados que estén y gracias a su velocidad de vuelo, enseguida van llegando al lugar. Saben que si tardan mucho sus compañeros se habrán comido la mayor parte. Luego se producen peleas en donde los individuos más dominantes se llevan la mejor parte, aunque al final es tal el tumulto, que todos consiguen hacerse con alguna ración.

Luis García, de FAPAS, dejando la comida en el comedero.

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