El estudiante diabólico de Proaza

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El nombre del concejo está unido a la leyenda más oscura de Valladolid, con un sillón encantado y un niño asesinado

La ‘silla del Diablo’, que la leyenda atribuye a Andrés de Proaza y se exhibe en el Museo de Valladolid

L. S. Naveros / Proaza

La Universidad de Valladolid fue una de las primeras de España en la que se estudió anatomía diseccionando cadáveres. Corría el año 1551, y el profesor que se atrevió a practicar sobre un cuerpo humano frente a sus alumnos fue Alonso Rodríguez de Guevara, que obtuvo para ello autorización real. Quizá el horror que suscitó este curso, que duró veinte meses, está en el origen de la oscura leyenda que vincula el nombre de Proaza con el demonio, y con el asesinato de un niño.

La leyenda cuenta que un joven estudiante de poco más de veinte años, Andrés de Proaza, acudía a los cursos de anatomía cuando desapareció en la zona donde vivía un niño de 9 años. Los vecinos del estudiante oyeron gritos en su sótano, y cuando entraron vieron el cuerpo del pequeño, despedazado en una especie de vivisección. El joven, prosigue la leyenda, confesó entonces que había actuado bajo la influencia del demonio, que se había posesionado de él a través de una silla. Fue ajusticiado, y sus bienes subastados, pero la maldición diabólica no acabó con él. La silla donde se le había aparecido el diablo quedó encantada, de forma que cualquiera que se siente en ella tres veces morirá a los pocos días, o si es estudiante, podría obtener una gran sabiduría, al precio de su alma.

El mito se remonta a 1550, cuando se dieron por primera vez en Castilla clases de anatomía con cuerpos humanos

La silla se encuentra hoy en el Museo de Valladolid, en el Palacio de Fabio Nelli, con un cordel que impide que nadie caiga en la tentación de probar suerte y sentarse sobre la diabólica silla. La leyenda atribuye al estudiante un origen incierto, hay quien dice que era portugués, judío sefardí, aunque su nombre lo vincula al concejo asturiano. Así lo reconoce, en un reciente reportaje publicado por el diario El Mundo, el conservador del museo, Fernando Pérez Rodríguez-Aragón, que destaca el origen legendario de la historia y vincula al hipotético estudiante con el concejo de Proaza, un nombre que en la Universidad de Valladolid va unido a su leyenda más oscura. El mito tomó relevancia en el siglo XX, a raíz del libro de Saturnino Rivera Manescau ‘Tradiciones Universitarias. Historias y Fantasías’ de 1948. Después, en los años 90, la historia, con el sillón maléfico como prueba, se convirtió en relato universitario habitual para estudiantes y visitantes. No hay, sin embargo, prueba alguna de que Andrés de Proaza, asturiano o portugués pero en ambos casos un malvado asesino de niños, existiese en la vida real, aunque sentarse en la silla que dicen que fue suya sigue dando reparo a los pucelanos.

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