Publicado el: 25 Jul 2015

[Tribuna] Maltrato psicológico, infierno invisible

DSC02554Por Elena NIETO TORREJÓN

“Si te enojas cuando se enoja, satisfaces a ese constructor de infiernos. Deja que tu calma ahuyente a ese vampiro emocional” – Alejandro Jodorowsky

Los últimos datos publicados por el Instituto de la Mujer: Macroencuesta sobre “Maltrato contra las Mujeres” el 4% de la población femenina adulta sufre maltrato psicológico, pero la realidad es que más del 14 % confiesan haber sido víctimas en algún momento de su vida.

Muchas de estas víctimas padecen durante años todo tipo de situaciones de estrés, humillación, culpabilidad por los problemas, bien sean económicos o emocionales de la pareja, desigualdad, frustración, ninguneo, abandono afectivo, suicidio emocional e incluso físico. La mujer maltratada psicológicamente piensa persistentemente en el suicidio en algún momento, y lo peor es que un 15 % lo han intentado en alguna ocasión llegando en muchos casos a hacerlo efectivo.

La duración media del maltrato doméstico es de más de 10 años, pudiéndose prolongar a toda la vida de la víctima. El primer episodio se produce durante el primer año de relación. Se da una dependencia de la mujer respecto a su marido que no sólo se manifiesta a nivel económico sino también afectivo y relacional. En muchos casos el maltratador hace que la vida de la víctima gire en torno a él controlando éste el trabajo, amistades y cada paso que da su pareja. Teniendo así un poder absoluto sobre sus movimientos, y en definitiva, sobre su vida.

El maltrato psicológico tiende al aislamiento social, a la  vergüenza social que le lleva a encerrarse en sí misma y a hacerse aún más dependiente de su agresor. Este estado psicológico en el que se suele encontrar la mujer a menudo le impide buscar ayuda pues  el peso de una baja autoestima, la sensación continua de culpabilidad y el síndrome de Estocolmo después de años de convivencia en situación de maltrato psicológico hacen que la víctima no encuentre  sin salida y tienda a la pasividad.

En los ciclos de violencia, la víctima puede evitar o retrasar el maltrato si acepta las exigencias del agresor o acelerarlo si rechaza sus demandas. Esto suele darse en situaciones cotidianas como problemas económicos, educación de los hijos, etc. Lo que pone en marcha el maltrato es la negativa de la mujer a hacer algo exigido por su pareja, cuando y como él lo reclama. Al castigo, al acto violento, a veces le sigue una muestra de arrepentimiento, pero en la mayoría de las ocasiones, siendo maltrato emocional, el recordatorio de porqué el agresor ha castigado a la víctima son continuos y con una carga de culpabilidad para la mujer a veces insoportable. El agresor puede continuar repitiendo una y otra vez sus argumentos hasta que la víctima los hacen suyos, forman parte de ella y se los cree, los hace propios.

El maltratador suele reflejar actitudes  como hostilidad en forma de reproches, insultos, desvalorización, desprecio de opiniones, de las tareas o del propio cuerpo de la víctima, indiferencia o ninguneo y falta total de atención a las necesidades afectivas y los estados de ánimo de la mujer. No suelen tener un comportamiento violento fuera del hogar, su comportamiento  en sus relaciones sociales y laborales no presentan problemas siendo en muchas ocasiones impecable de cara a la sociedad. Un maltratador emocional tiende a la ansiedad generalizada, problemas de control de la ira, impulsividad, déficits de autoestima, celos, hostilidad y dependencia emocional.  Los casos de celos patológicos son los más peligrosos. Es muy común que un maltratador que tiende a los celos patológicos  tenga a la vez una desviación sexual en la que convence a su pareja para que mantenga relaciones con otros hombres y así satisfacer sus fantasías sexuales. Controlando en todo momento la situación, el maltratador  consigue que la mujer participe con la consiguiente carga emocional y falta de autoestima que este acto representa para ella. El maltratador carece de capacidad empática y calcula fríamente la utilización del abuso.

Cuando la mujer cuestiona, argumenta, se queja o, simplemente devuelve el golpe, es probable que aumente la gravedad del maltrato.  Por eso cuando la víctima intenta romper la relación aumenta el riesgo de sufrir descalificaciones de todo tipo de cara al entorno, se agrava el maltrato y en casos extremos, de ser víctima de un homicidio.

En este contexto, la mujer maltratada puede permanecer con el maltratador acomodándose a sus demandas en actitud pasiva, evitando así a toda costa las situaciones de abuso. El maltrato puede extenderse a los hijos o que estos adopten y proyecten el maltrato hacia la madre.

La víctima, en muchos casos, protege la imagen del maltratador y la justifica de cara a su entorno, por vergüenza, por impotencia o simplemente porque piensa que él es mejor, es decir, por una carga de culpabilidad. El permanecer en una relación  violenta implica para la víctima un desgaste psicológico y emocional muy importante.

Una mujer maltratada padece alteraciones clínicas como ansiedad, estrés, temor continuo, dificultad para la concentración. En casos prolongados de maltrato pérdida de memoria y distracción, irritabilidad, estado de hipervigilancia, trastornos del sueño, pesadillas y pensamientos obsesivos en relación con el maltrato y el maltratador, depresión y pérdida de autoestima. Además se siente culpable por no saber romper con la relación. Con el paso del tiempo se desarrollan síntomas depresivos como la apatía, la indefensión y la desesperanza. El malestar psicológico crónico en el que se encuentra la víctima produce una alteración en su forma de pensar que le hace sentirse incapaz de buscar ayuda, de proteger a sus hijos y a sí misma.

Los malos tratos crónicos provocan en la víctima otros tipos de trastornos como dolores de cabeza, caída del cabello, pérdida del apetito, ansiedad crónica, fatiga, problemas intestinales, alteraciones menstruales, etc. Además de la pérdida de interés por el sexo y rechazo a las relaciones sexuales dentro del matrimonio, incluso disfunciones sexuales como la anorgasmia.

El maltratador no sabe asumir responsabilidades ni fracasos, en los momentos de crisis descargan su ira en su pareja. Normalmente suele darse en personas que tienen un fuerte ideal de pareja, manteniendo una relación normal aparentemente hasta que llega el día en que ha de elegir entre su actual pareja y una nueva. Cuanto más fuerte es su ideal de pareja más perverso será su comportamiento. No es capaz de asumir esa responsabilidad y culpa a su pareja de la ruptura, incluso la culpa de desamor y falta de afecto.

Esto produce en la victima una gran angustia y malestar, ya que es quien debe asumir y manejar toda la responsabilidad de dejar la relación. Cuando esto ocurre la mujer siente rabia, vergüenza por haber consentido el cruel trato y las humillaciones por parte de su pareja.

Un maltratador no es capaz de asumir la responsabilidad de sus actos. No hay sitio y lugar para el diálogo o la lógica La manipulación de agresor sobre víctima se consuma, una vez llegado el agresor a este punto la mujer no importa en absoluto ya que pasa a ser objetivo de rabia por haber desafiado la imagen que su pareja tenía de ella. Entonces él necesita establecer otra relación que sea basada en la ira de su pareja anterior, manipulando a la nueva.

La mujer maltratada necesita fortificar su imagen, perder el miedo a su agresor,  luchar contra sus demonios y salir del chantaje emocional de su pareja o expareja.

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