Publicado el: 16 Mar 2021

«Tuvimos la mejor formación de España»

Valentín Fernández, de Castañeo del Monte, empezó en la escuela de aprendices en 1949 y luego entró en la fábrica, a la que llegaba todos los días caminando desde su pueblo

Valentín Fernández en la residencia de Peñaranda de Duero, donde vive hoy

F. Romero / Trubia

A sus 87 años Valentín Fernández goza de una excelente memoria que le sirve, en esta ocasión, para rememorar aquellos días en la década de los cincuenta del siglo XX en los que la fábrica de armas de Trubia era un referente nacional en formación técnica. Hoy Valentín, nacido en Castañeo del Monte del concejo de Santo Adriano y descendiente de los primeros armeros que llegaron en el siglo XVIII desde Navarra, vive en una residencia religiosa en Peñaranda de Duero (Burgos).

– ¿No echa de menos la tierrina?

– Ahora con la pandemia sí. Antes iba siempre a la comida de aprendices que se organizaba anualmente. Llevo cinco años en Peñaranda.

-¿Cuándo ingresa en la fábrica?

– Fue en el año 1949, en la escuela. Luego entré en la fábrica en donde estuve hasta 1955. Lo dejé para dedicarme al estudio con los Carmelitas Descalzos, a la vida religiosa como seglar, que era mi vocación. En la fábrica estaba en el taller de molderías. Medía proyectiles para cañones.

– Dicen que la escuela de apren-dices daba una formación de primera calidad

– Era de lo mejor de España. De allí salieron ingenieros técnicos a estudiar a la Escuela de Minas de Mieres y para empleos en toda España. Había mucho nivel técnico.

– ¿Cómo era en esos años el ambiente de trabajo?

– Había muchísima gente, creo que éramos unos 6.000 empleados. Muchos como yo venían de Castañeo y de los pueblos de la zona. Entonces no había paro (se ríe)

«La Trubia actual no se parece en nada a la que yo conocí. Éramos 6.000 obreros y el pueblo estaba lleno de actividad»

-¿Cómo era su jornada laboral?

– Entrábamos a las 8,25 horas para estar en el puesto a las 8,30 h. Yo me levantaba a las seis de la mañana porque tenía que ir caminando desde el pueblo hasta Trubia. A las 11,55 h. tocaban la sirena y a las 12,00h. salíamos. Comíamos a las 12,30 en unos comedores que había donde el cine, más allá del casino. Dése cuenta que la gente venía de muy lejos, de Sama, de Perlavia, de San Andrés… Las mujeres venían a traernos la comida y también comíamos fuera. Por la tarde estábamos hasta las 5,30, aunque yo luego seguía con los aprendices. hasta las 7,30. Era duro, sobre todo en invierno. En invierno me quedaba a dormir en Trubia en casa de unos familiares de mi abuela. Veníamos todos andando, aunque luego Jano nos iba recogiendo en su ruta desde Proaza.

«A las 12,30, en el exterior de la fábrica estaban nuestras mujeres que bajaban del pueblo para traer­ nos la comida»

– ¿Estaba bien pagado?

– (Se ríe). Hombre. Era suficiente para vivir. En mi caso era un trabajo tranquilo aunque depende del taller que te tocara (carros, artillería, fragua…) era más o menos duro.

– ¿Se parece algo aquella fábrica a la de hoy?

– No se parece en nada. Hace dos años hicimos una visita con el director durante la celebración del bicentenario, y era muy diferente a la que conocimos nosotros, con mucha menos gente y todo más robotizado. SBS es una empresa moderna.

– Tantos empleados crearían a su alrededor mucha actividad en Trubia ¿no?

– Sí, había muchísima vida. Toda la gente de los pueblos bajaba a Trubia. Los sábados y domingos había mercado y también los jueves. Mi abuela venía a vender leche a la plaza.

– ¿Guarda buenos recuerdos de aquellos años?

– Recuerdos extraordinarios. Entré con 14 años y salí con 21, era muy joven.

-¿Se fue porque estaba mal a gusto?

– No, para nada. me gustaba más la vida religiosa. Somos seis hermanos y soy el único soltero.

– ¿A qué se dedica ahora que tiene tiempo?

– Estoy trabajando en el árbol genealógico, porque descubrí que mi familia proviene de los primeros armeros navarros que llegaron en el siglo XVIII cuando se fundó la fábrica. En 1798 se puso la primera piedra. En mi pueblo había mineral de hierro y venían los menaqueros que buscaban las mejores vetas y bajaban a la fábrica el mineral con carros. Descubrí que vengo de Goizueta. Los apellidos eran Matías y Andueza. Esa familia se dispersó por México, Cuba, Brasil, Argentina y hasta la Patagonia… y Castañeo.

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La Voz del Trubia