La banda del kilovatio

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Casimiro ÁLVAREZ

A menudo me planteo la pregunta de por qué soy tan crítico con los políticos, mientras la mayoría de la sociedad, y especialmente la gente de mi entorno, acepta con normalidad su comportamiento y las decisiones que adoptan. Pero siempre tropiezo con la misma respuesta. No cabe en mi cabeza que aquellos elegidos, no voy a entrar ahora en quién los elige y por qué, en teoría para trabajar al servicio de la sociedad, servidores públicos se hacen llamar, a los que se ha colmado de privilegios sobre el pueblo que les paga, para que puedan desarrollar su trabajo sin escatimar en tiempo y esfuerzo, puedan tener un comportamiento tan vil y canallesco.

Cada día me acuerdo, y no en el buen sentido, de toda la ascendencia familiar, y me refiero al linaje completo, de todos y cada uno de los políticos que viven a nuestra costa; pero no lo hago de manera gratuita, creo que tengo más que sobrados y muy fundados motivos para ello. Si acaso, lo que me extraña, es que ese sentimiento de indignación y desprecio no sea algo generalizado en el resto de la sociedad. No hay más que ver las infamias que aparecen a diario en los medios de comunicación; aunque quizás debería decir “medios de intoxicación” a la vista del trabajo mercenario que realizan, cada uno de ellos al servicio de los poderes económicos, políticos, o religiosos.

Mientras en España se dispara el precio de todas las fuentes de energía de uso común, gasolina, gasoil, gas, electricidad, etc. que están aumentando la inflación hasta el 5,5%, y creciendo, que está sumiendo otra vez a las familias más vulnerables en unas cotas de pobreza inadmisibles para el siglo XXI; basta ver las noticias de Asturias que reflejan cómo tres de cada diez asturianos están en grave riesgo de pobreza, con un incremento del 22% que nos sitúa por encima de la media del país; o con la menor tasa de crecimiento económico de España, nuestros políticos han decidido eliminar de un plumazo las más importantes plantas térmicas, o de ciclo combinado, de generación eléctrica, e incluso cerrar y abandonar las minas de carbón que son nuestra casi única fuente energética y en las que Asturias era una potencia, mientras que deberían ser consideradas como reserva estratégica para momentos de crisis, como la que se avecina por el corte del gaseoducto que suministra el gas procedente de Argelia, o por la dependencia de la energía térmica de Marruecos, o la nuclear de Francia.

Nuestros políticos han decidido abandonar las minas de carbón que son nuestra casi única fuente energética y en las que Asturias era una potencia y debería ser reserva estratégica

Los muy majaderos pretenden justificar semejante atrocidad, con la hipotética creación de plantas de generación eléctrica que utilicen hidrógeno como combustible, que si bien se podría considerar como una fuente inagotable, puesto que una simple molécula de agua está compuesta por dos átomos de Hidrógeno y uno de Oxígeno, H₂O, además de limpia de contaminación, se olvida, no sé si por la inocencia de la ignorancia, o por, vete a saber qué perversos intereses, que su producción es absolutamente inviable económicamente, y mucho menos utilizando para la electrólisis energía eléctrica renovable. La única opción que queda es crear costosísimas plantas de producción de hidrógeno, a costa de enormes subvenciones públicas, que si bien no serán viables económicamente generando electricidad a precio escandaloso, servirán para investigar a costa de los contribuyentes la posibilidad de lograr rentabilidad a muy largo plazo, pero garantizando que las empresas eléctricas nos sigan cobrando a precio de oro el kilovatio.

Pero qué podemos esperar de unos gobernantes que, en su inmensa mayoría, nunca han dado un palo al agua, no saben lo que es ganarse la vida trabajando en algo productivo, y que, como sólo se han dedicado a vivir a costa de los contribuyentes, no tienen empaque en destinar el dinero público en las más absurdas ocurrencias. En Asturias. Por ejemplo, consideran una prioridad discutir sobre la oficialidad del asturiano.

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