El reguerano Manuel Fernández Villar, ‘Pachicón’, fue uno de los tratantes más conocidos de España
Corría el año 1944, poco antes de acabar la Segunda Guerra Mundial y en plena posguerra civil, cuando Manuel Fernández Villar, un chaval de dieciséis años, el noveno hijo de los diez que tuvo un matrimonio de Escamplero, decidió una madrugada salir con su madre al mercado que se celebraba cada lunes en aquel tiempo en Proaza para recorrer a pie los veinte kilómetros que separan ambos pueblos. Ese chaval, que ahora tiene noventa y seis años, recuerda que aquel día fue el primero de su trabajo como tratante. «Compré una xatina con el poco dinero que teníamos porque eran tiempos duros y de mucha necesidad y a continuación fui a venderla a Grao». Hasta hace poco tiempo y durante casi ochenta años, ejerció el oficio de comprar y vender animales tras un regateo verbal, que se rubricaba con un apretón de manos.
Comenzaba así una larga y fructífera carrera en esa profesión para Manuel Fernández ‘Pachicón’, uno de los tratantes más conocidos no solo en Las Regueras sino en toda España, patriarca además de una saga de hombres dedicados al negocio de la compraventa de ganado, no solo bobino, sino caballar, caprino, ovino y «hasta una pita tuve que comprar una vez, para convencer al paisano que me pedía cien mil pesetas por una vaca que yo quería que me diera en mil duros menos y como no había manera de llegar a un acuerdo, le dije que si quería que me diera también la pita que tenía allí en el mercado y así fue. La pita no llegó al Escamplero, ya la vendí por el camino».
El negocio fue creciendo y compraba por las cuadras de Las Regueras y camino de Oviedo. «Por La Argañosa íbamos Arcadio Ca Fabián y yo y como no había mercado íbamos comprando en la misma calle, lo que nos gustaba». Recuerda Pachicón que entonces los animales no tenían tantas etiquetas. «Comprábamos lo que nos parecía que pintaba bien, sin raza. Eso de tanta clase de razas ye cosa de la política», comenta sonriente. En aquellos años llegaba andando en busca de las mejores reses por la zona de los puertos teverganos. «Andábamos desde aquí a Taxa (Teverga) después a Varcárce (Somiedo) donde hacíamos noche en un hórreo para seguir a Cueiro y a San Pedro de los Burros en Grao. Todo de un día pa otro».A la vuelta ya volvían vendiendo reses por el camino.
De cómo llegó a ser un referente en su labor por su buen trato y de cómo nació la fama de ser un paisano de palabra, confiesa que solo hay una explicación, «ser prudente y honrado».
Después de los duros tiempos consiguió tener una moto y trajo atadas a ella hasta tres ovejas. Más tarde llegó el coche, el camión y el camino abierto para que sus tres hijos varones, todos fallecidos, siguieran la senda de su trabajo, no sólo por Asturias, sino ampliando mercado hasta Galicia, Extremadura, País Vasco, Francia y Portugal.
Ochenta años de una vida dedicada a un oficio del que quedan pocos ejemplos; uno de ellos el de Carlos Fernández, su nieto, conocido por el mismo apodo que su abuelo ‘Carlos Pachicón’. «Mañana marcha a comprar a Francia», comenta orgulloso el abuelo.
Estos días Manolo ha sido homenajeado por el Ayuntamiento de Las Regueras por ser uno de los pioneros de la traída de agua del concejo, a finales de los años 60. Había que lanzarse a recaudar dinero y a pedir firmas para conseguir que pasara la red de abastecimiento por fincas particulares y no siempre era fácil. «Una noche me dijo el alcalde de entonces que para el día siguiente había que recaudar ochocientas pesetas para depositar en Oviedo para poder iniciar los trámites. Anduve pidiendo hasta las 3 de la mañana pero lo conseguimos».
Era una cuestión de necesidad. Con tantos animales era una labor titánica no solo la suya, sino la de Lupe su mujer fallecida hace años, que con las vacas, un cesto de ropa para lavar y calderos para traer agua corriente, recorría casi tres kilómetros de ida y otros tantos de vuelta, hasta llegar al río.
Recuerda Pachicón el papel de su mujer en todo su negocio, desde ayudarlo a echar las cuentas hasta guiar el ganado hasta cerca de Oviedo y allí esperar a veces, la remesa que traía nueva. Fueron padres de cinco hijos, diez nietos y siete biznietos, algunos de ellos corretean por la casa.
Cuenta también innumerables anécdotas, como en aquella ocasión que había huelga de transporte en los años 80 y consiguió burlar los controles y pudo salir con el camión o aquel día en que un atracador llegó a la puerta de su casa y entre él y su mujer opusieron resistencia y el ladrón no logró su objetivo. «Un día, hará más de 50 años, me cayeron más de 200.000 pesetas mientras abría la puerta del camión para meter el ganado. Nunca aparecieron, pero hubo quien me ofreció dinero para volver a empezar». Y volvió a empezar y hoy a sus 96 años descansa estos días, recordando lo que cambió la vida, la sociedad y su oficio. También tiene un recuerdo para sus coetáneos y amigos de los mercados; Arcadio, Jamín de Rivera o Arturo el de Miobra. La falta de relevo generacional, los bajos precios de la leche y los terneros, la presión de la burocracia, los costes de combustible y las nuevas leyes hacen que la profesión de tratante no atraviese su mejor momento.
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