Celestino Pertierra
[Desde La Rodriga]
Estamos en temporada de impuestos. No se puede decir que los contribuyentes los asuman con alegría. También es el momento de escuchar campañas de Cáritas y sobre la bondad de contribuir con la Iglesia Católica para que ellos puedan atender las necesidades que suelen cubrir.
Bien, pues una información clara y fácil de entender del destino de los impuestos ayudaría a que su pago fuese más llevadero. La ‘moto’ de quitar impuestos y dar más servicios sólo se sostiene en el papel. Es evidente que a un puñado de los partidarios de bajar impuestos les sobra con qué pagar todas sus necesidades, pero una gran mayoría de los que se suman a esa petición no tendrían vida sin esa cobertura solidaria.
La información puede ser la máquina de destruir bulos y poner los pies en la tierra. Uno de los destinos de nuestros impuestos es la Sanidad. En este tema, bien porque nos haya tocado en carne propia o en carne próxima, podemos tener claro lo que vale un peine.
Cuando hay un problema de salud (y no hace falta que sea muy grave) toca valorar lo penoso que sería afrontarlo sin una sanidad pública y universal.
En la realidad que observo ante una llamada urgente, acuden médico, ATS, ambulancia y, en determinados casos, helicóptero, si fuera necesario.
Este despliegue da idea de lo que cuesta. El traslado a urgencias, pruebas, personal sanitario (celadores, administrativos, auxiliares, enfermería, especialistas, limpieza…) dejaría a la mayoría de economías temblando.
Son numerosas las quejas de todo tipo. No seré yo quien niegue fallos. Todos queremos atención instantánea, nuestro caso es el realmente serio…
Aquí quiero señalar que cada uno, en nuestras actividades, no solemos rozar la perfección y menos todos los días… pero sí la exigimos.
Me conformo con que los casos vitales sean atendidos inmediatamente, los que retrasar la atención pueda traer consecuencias irreparables en avance de la enfermedad se atiendan con la urgencia que necesitan y todo lo demás en el menor tiempo posible.
Pero atención inmediata para todos y todo, no hay economía que lo pueda afrontar.
Si partimos de que un día de hospitalización son más de 1.000 euros, en la UCI más de 2.000 y más y más, si también valoramos recientes casos de turistas que enferman y lo imposible de asumir esos gastos, deberíamos repensar el lujo de la sanidad y centrar las energías en reforzarla y no tirar piedras contra el propio tejado. Los intereses de la sanidad privada no pueden confundir a quien carece de medios para pagarla. Con una póliza de 200 o 300 euros no vas a estar cubierto en problemas serios ni en leves en el último pueblo de Los Oscos.
Si la sanidad pública se deteriora y se desfasa, será tarde para recomponerla.
Cuando desde la cúpula de los empresarios se sugiere «pagar el sueldo íntegro» y que el trabajador directamente aporte a la Seguridad Social y Hacienda, no se trata de una sugerencia inocente (lo que no quita que me parezca adecuado para que el trabajador sepa lo que supone a la empresa) Sería muy fácil imponer la idea de una aportación desmesurada, cuando se trata de pura solidaridad: hoy aporto porque puedo y en otro momento otros aportarán para mí.
Estamos viendo que los abogados, por decisión propia aportaron a su mutua. Ahora se encuentran con pensiones de miseria. A este gremio no se le puede achacar ignorancia, pues acudimos a ellos buscando soluciones. Su decisión a corto plazo, seguramente, fue más económica. Es muy fácil optar por el corto plazo y la falta de solidaridad y vemos dónde nos puede llevar. El resultado puede ser retroceder no tan lejos, cuando las medicinas, la sanidad, las pensiones…solo eran para el que las podía pagar.
Se puede pedir que los impuestos se gestionen bien y no se desvíen al bolsillo de nadie, pero quitar impuestos y exigir más servicios es carecer de sentido común. Resumiendo, con los fallos que pueda tener, nuestra sanidad es un lujo. En la zona en la que vivo no me tocó esperar para consulta en el centro de salud. Parece que en lugares más poblados sí ocurre. Pues otro motivo para hacer más atractivo vivir en la España vacía antes de que sea tarde. Otro día más.
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